Por Jorge Fernández Menéndez
El escenario hacia 2018 parece estar cada día mejor montado y casi todos los actores ya saben qué papel les tocará jugar. El PRI ha completado su cuadro básico de campaña: con la candidatura de José Antonio Meade se han alineado, ya lo adelantábamos desde principios de la semana pasada, Aurelio Nuño, como el coordinador de campaña, Enrique Ochoa seguirá al frente del PRI y Mikel Arriola será el candidato a jefe de Gobierno de la Ciudad de México.
Esa estructura implica un cambio generacional y político que se reflejará en buena parte de las candidaturas a gobernador y también tendrá reflejo en las listas para el Congreso. En los hechos, el PRI, vaya paradoja, es el que se mostrará como la opción más ciudadana en 2018. Por supuesto que enmarcado ello en la amplia gama de grises a los que obliga la política real, pero la intención es clara, y si tiene éxito, es un cambio que determinará el futuro del priismo. Un partido liberal, en el mejor sentido de la palabra, y con una política social responsable. Asumiendo, por supuesto y como decíamos, la amplia gama de grises que se pueden conjuntar alrededor de esa idea.
Ese trípode que acompaña a Meade es una fiel demostración de ello. No se trata de tecnocracia, como han dicho algunos, sino de un grupo relativamente compacto que arriba a buscar la Presidencia con un proyecto y un perfil claro. Desde la llegada de Carlos Salinas de Gortari, el PRI no tenía uno tan evidente al frente de sus candidaturas. El grupo que encabeza Meade tiene mayor preparación académica e incluso administrativa que el que acompañó a Salinas, pero quizás menos experiencia en política partidaria, aunque no se lo debería subestimar tampoco en ese ámbito.
El secreto está y estará en saber compatibilizar el perfil ciudadano de Meade y de su equipo cercano con un acuerdo real con el priismo de base. En otras palabras: Meade debe acordar con el PRI (y con el Verde y con Nueva Alianza y probablemente también con el PES) sin perder su esencia ciudadana, mientras que el PRI debe impulsar a sus bases y desarrollar su operación sin obligar a Meade a partidizarse. Ésa será responsabilidad central de Nuño y de Ochoa. Ambos pueden ser muy buenos engarces en ese sentido. Y también en ese sentido es como debe entenderse la candidatura de Mikel a la CDMX y cambios que se anuncian para los próximos días, como la llegada de Vanessa Rubio a la Sedesol.
En el Frente PAN-PRD-MC cada uno de sus integrantes también ha mostrado sus cartas. Este domingo, Ricardo Anaya ha convocado a gobernadores, diputados y senadores de su partido para presentarse como candidato panista por el Frente, se haya o no logrado el convenio de coalición entre las tres fuerzas políticas. Habrá que ver cuántos de esos panistas lo apoyan: Sin duda, no irán los llamados senadores rebeldes y quizás tampoco algún gobernador o diputado, pero la mayoría acudirá a la convocatoria porque en última instancia es con el partido, más allá del respaldo real que le den a Ricardo, con quien tendrán que canalizar sus candidaturas.
Y desde el punto de vista de Anaya, institucionalizar su candidatura para el Frente también le da la luz verde para el que es su real objetivo desde hace tiempo: La candidatura presidencial por el PAN. Pase lo que pase con el Frente, Anaya será candidato. Un movimiento análogo ha hecho Miguel Mancera con el PRD y el jefe de Gobierno será el aspirante por ese partido. ¿Es posible ir a un proceso relativamente abierto donde se puedan confrontar Anaya y Mancera? Todo es posible, pero no se ve fácil. Es mucho lo que ambos tienen en juego y no veo porqué, sobre todo Mancera, se tendría que subordinar a una candidatura panista.
Movimiento Ciudadano también ha mostrado sus cartas: Dante Delgado, con su propuesta de repartición de cargos, ha dejado en claro que en la presidencial está con Anaya, aunque en Jalisco, Enrique Alfaro (que no responde demasiado que digamos a la dirigencia del partido) ha anunciado que irá solo, sin Frente, por la gubernatura. La distancia entre Mancera y Dante, por otra parte, parece haber crecido hasta límites poco superables, después de que Dante le propusiera a Miguel que fuera candidato a senador, algo para lo que está legalmente impedido y de que, en contrapartida, Miguel dijera que Dante sería un buen secretario de Agricultura.
En Morena nadie le discute la candidatura a López Obrador, aunque pareciera que Gerardo Fernández Noroña estaría dispuesto a ser comparsa del proceso de selección. Lo increíble en Andrés Manuel es su capacidad para equivocarse, autosabotearse y la forma en que exhibe, pese a que quiere esconderlo, el verdadero proyecto de país que proclama: La amnistía a los narcos lo perseguirá toda la campaña, como lo siguió en 2006 aquel “cállate, chachalaca”.
Falta poco por ver: Quizás lo más importantes es si Margarita Zavala y Jaime Rodríguez alcanzan las firmas necesarias para competir (lo de Marichuy Patiño se ve más difícil), lo que haría más complejo aún este panorama. Información Excelsior.com.mx