Por Pascal Beltrán del Río
Como reportero me ha tocado atestiguar diversas crisis internas en el Partido Acción Nacional.
Antes de la que vive actualmente, la más grave había sido la que dio origen al Foro Democrático y Doctrinario, cuyos miembros reprobaban las negociaciones que sostenía la entonces dirigencia nacional —a cargo de don Luis H. Álvarez— con el gobierno del presidente Carlos Salinas. Fueron días álgidos, aquellos de 1992, cuando miembros destacados del PAN anunciaron su renuncia al partido. Entre ellos estaban los exjefes nacionales y excandidatos presidenciales José González Torres y Pablo Emilio Madero, así como Jesús González Schmal y Bernardo Bátiz.
No recuerdo, sin embargo, que jamás miembro alguno del Foro llamara “traidor” a don Luis o a algún otro integrante de la dirigencia o viceversa. La ruptura fue sin duda dolorosa para las partes, pero la dignidad con la que todos los involucrados trataron a los adversarios internos estuvo fuera de duda. Nada que ver con lo que está pasando actualmente en el PAN.
El acto protagonizado el viernes por el diputado federal Santiago Torreblanca Engell, quien colocó un letrero sobre la cabeza del senador Ernesto Cordero —“Aquí, el traidor”— quedará en los anales del partido fundado por Manuel Gómez Morín como el momento más bajo de su existencia.Lo irónico es que la actual crisis en el PAN ocurre cuando éste buscaba posicionarse como una alternativa real para 2018.
Hace algunos meses, Acción Nacional aún aparecía a la cabeza de las encuestas de preferencia entre las distintas fuerzas políticas del país. Montado en un espectacular desempeño en los comicios estatales de junio 2016 —cuando ganó siete de 12 gubernaturas en juego—, el PAN se había convertido en una opción real para contender por la Presidencia de la República el año entrante. Esas posibilidades aparecen hoy diluidas por la incapacidad del partido para mantener su unidad interna. Por su juventud, militantes como Torreblanca quizá desconozcan que una división interna llevó al PAN a no presentar candidato presidencial en 1976 y dejar que José López Portillo contendiera solo.
El papelón que ha hecho el panismo en días recientes es indigno de su historia como una institución que peleó durante décadas por la democratización del país y que con base en la disciplina y el apego a los principios y a la legalidad partidistas logró convertirse en una opción confiable para los electores mexicanos, que en el 2000 le otorgaron el máximo cargo en la República.
Puede tener razón el PAN en pelear contra el “pase automático” del actual procurador general a primer fiscal de la Nación. Digo que “puede” porque los panistas tendrían que tener algo de autocrítica respecto de lo que hicieron anteriormente en el terreno legislativo sobre ese tema. Pero suponiendo que hubiesen caído en razón, de que no es deseable que Raúl Cervantes sea fiscal durante los próximos nueve años, el método para hacerse escuchar ha sido, por decir lo menos, contraproducente.
Uno no se suicida para salirse con la suya o para demostrar que tiene razón. Lo único que ha logrado el PAN en los últimos días es exhibir las diferencias internas que existían antes de que el asunto del fiscal escalara al primer plano informativo.
Los panistas viven una evidente confrontación interna por la candidatura presidencial en 2018. Se trata de un pleito que remonta prácticamente a la toma de posesión de Ricardo Anaya como jefe nacional del partido, hace ya dos años.
A Anaya, sus malquerientes lo acusan de haberse apropiado de los instrumentos de propaganda del partido para promover su candidatura. A su antecesor, Gustavo Madero, lo acusaron de haber promovido a Anaya, a fin de que quedara en su lugar mientras él se movía a la Cámara de Diputados para buscar desde ahí la nominación en 2018.
Para facilitar su camino, Madero había impedido que Margarita Zavala se convirtiera, ella también, en diputada federal. Pero luego Anaya cortó las alas de Madero al no nombrarlo coordinador de la bancada panista en San Lázaro. Desde entonces, Margarita Zavala ha reprochado a Anaya el uso que ha hecho de 1.5 millones de spots institucionales del partido, en una presunta promoción de su imagen.
Ése es el origen del conflicto que está viviendo el PAN y que no ha dejado de escalar en dos años.
Sí, es evidente que el PRI-gobierno se ha aprovechado de ese mal momento en el blanquiazul. Pero esto es política.
Nomás faltaba que no. Información Excelsior.com.mx