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El PAN y la política

Por Juan José Rodríguez Prats

Quien quiera que se meta a la política…

ha sellado un pacto con el diablo.

Max Weber.

Un gran mexicano, Andrés Iduarte, escribió: “Hay dos cosas fáciles en el mundo, una, elogiar al vencedor, al poderoso; otra, injuriar al débil, al vencido”. Un partido que se regodea en la condescendencia con las desviaciones, deviene club de elogios mutuos y se deteriora frente a la ciudadanía.

Acción Nacional ha civilizado la política, pero siempre ha manifestado una pronunciada animadversión al político profesional. Sus fundadores veían la política como un deber agobiante, como una pesada lápida. Por eso el panista, al percatarse de que no es esa disciplina idealizada, se margina y regresa a sus tareas cotidianas.

Ricardo Anaya es un político profesional, sabe lo que quiere y cómo lograrlo. Tiene grandes habilidades y preparación. Líder carismático, buen polemista y articulador de un discurso atractivo y novedoso. Desde que contendió por la dirigencia del partido, sabía lo que quería y supo ver a largo plazo cómo lograrlo. Quienes podían haber frenado, Margarita Zavala y Felipe Calderón, al percibir que no se haría su voluntad, abandonaron el partido. Otros candidatos argumentaron suelo disparejo en la contienda, como si el PAN no estuviera acostumbrado a competir en condiciones adversas.

Hoy se maneja, para explicar lo acontecido, que estamos buscando un bien mayor, lo cual equivale a conformarnos con un mal menor. En otras palabras, es la conclusión de Napoleón después de leer a Maquiavelo: El fin justifica los medios.

Conozco a los tres candidatos presidenciales y me atrevo a hacer un augurio, el triunfador será Anaya. José Antonio Meade no despegó en el arranque y trae una pesada carga. Andrés Manuel López Obrador me recuerda el mito griego de Ícaro, a quien le pegaron alas para poder volar con dos recomendaciones: no acercarse al mar para que no se mojaran y tampoco al sol, porque se derretiría la cera con que fueron pegadas. López Obrador, entre más se acerca al poder, más torpezas comete.

Además, veo tres contrastes entre Anaya y AMLO:

1. Triunfará en la elección quien logre mejores alianzas. El panista despliega en eso mejores habilidades, construye puentes; el morenista las asume con arrogancia; la única forma de acordar con él es bajo sus condiciones. Erick Flores y Alberto Anaya son sus empleados.

2. AMLO se cobija en la figura de Juárez, pero hay una enorme distancia con el Benemérito, para quien la ley era su primera divisa; López Obrador la desprecia. Desde el bloqueo de pozos petroleros hasta los actos anticipados de campaña, su estrategia es no respetar la norma y después, ante señalamientos, sentirse víctima. Esta estrategia, tarde o temprano, se le va a revertir.

3. Por México al Frente está integrando plantillas de candidatos más competitivos. En el caso de Juntos haremos historia, López Obrador los designa, con graves deficiencias para seleccionar buenos candidatos.

Hay otro aspecto importante. Andrés Manuel está apostando a ganar la elección sin importar el precio, atrayendo estructuras corporativas. Lo mismo el Sindicato que la Coordinadora de maestros, que los evangélicos, que las estructuras de la CDMX, hasta las del crimen organizado. Esto es un gran error. La elección la definirán los ciudadanos.

El PAN se enfrenta a un gran dilema: Puede ganar la Presidencia de la República, es factible que los mexicanos le concedan una segunda oportunidad. Preservar la congruencia es responsabilidad del partido en su conjunto. No se logrará replegándonos o fomentando la sospecha hacia el político profesional.

Sí se puede gobernar conforme a los principios panistas. Por eso, parafraseando a Ortega y Gasset, concluyo: “Seguir a Gómez Morin es seguir hacia adelante”. Información Excelsior.com.mx

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