Por Yuriria Sierra
La tendencia se dirigió hacia esa terrible dirección que apuntaba desde mediados del 2019. El año cerró como el más violento de la historia del país, al menos el más crudo desde que se cuenta con registro.
Ya estamos en el segundo de gobierno, el primer plazo que Andrés Manuel López Obrador pidió para mejorar las condiciones de seguridad en el país. Necesitó prórroga, la solicitó el pasado 1 de diciembre. Se le acabó el tiempo en que sonaba con sentido el pretexto de la herencia de la pasada administración, como justifica la Cuarta Transformación sus fallas y pendientes.
Esa curva de aprendizaje se terminó. Si entonces resultaba insostenible este argumento, con el avance de los días se va obligando (tendrían que) a cambiar la narrativa con la que diariamente justifican las metas no alcanzadas, más aún cuando se trata de los temas de seguridad.
Casi cien homicidios diarios durante el año pasado. Treinta y cinco mil 588 en total. Esto tendría que ser suficiente para que el Presidente fuera capaz, siquiera, de enfrentar la realidad desde la perspectiva más básica. Una que le permita aceptar las condiciones en las que se encuentra el país y que, sobre todo, le hiciera darse cuenta que depende de él y la estrategia que implemente que éstas mejoren. La ruta no puede ser sólo combatir la corrupción como ha asegurado constantemente.
Qué mejor ejemplo de la resistencia del gobierno a enfrentar el cotidiano de violencia que dar la espalda a quienes buscan aportar a la pacificación del país desde su trinchera.
En 24 horas, la caravana encabezada por Javier Sicilia y los hermanos LeBarón, parte de Cuernavaca rumbo a Palacio Nacional, aunque ya fueron advertidos de que no serán recibidos por el Presidente, “para no hacer show”, aseguró Andrés Manuel López Obrador, quien ha reducido el movimiento a un manejo propagandístico.
Para ser tan asiduo a los simbolismos y a los dotes que ofrece la comunicación política, resulta poco generoso que no sea capaz de dedicarles un poco de su agenda. “Nadie va a faltarle el respeto al Presidente. No estamos, volvemos a repetirlo una vez más, contra ti, sino contra la violencia, contra la impunidad, contra el horror y la mentira…”, le respondió Sicilia en su último intento por apostarle a que sea el Presidente quien los reciba, no sólo el Gabinete de Seguridad.
Y si apartando a quienes tendrían que ser aliados, más que en el combate, en el soporte mismo de su mensaje, ¿cómo es que este país encontrará una nueva narrativa?
Al momento, sólo aquella reunión con los gobernadores de hace unas semanas se vio como un halo de esperanza para una nueva estrategia de seguridad, pero al momento no se ha generado nada distinto a lo que ha implementado desde aquel diciembre de 2018, que ya comienza a verse lejano.
En unos días, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) presentará los datos definitivos de la incidencia de homicidios del año pasado; según los expertos, los números presentados hace un par de días pueden variar y presentar un aumento.
Aunque con el registro preliminar, el 2019 ya se cataloga como el más violento en la historia del país.
Y hoy el temor no sólo es que las cifras y la realidad empeoren, sino que en Palacio Nacional se aferran a una ruta que no ha ofrecido resultado alguno. Información Excelsior.com.mx