Por Pascal Beltrán del Rio
De todos los grupos sociales que a usted se le puedan ocurrir –rangos de edad, niveles de ingreso o de escolaridad, residentes del campo o de la ciudad, etcétera–, Andrés Manuel López Obrador obtuvo cuando menos la mitad más uno de los votos en las elecciones presidenciales de julio de 2018.
Menos en uno: las mujeres.
De acuerdo con una encuesta de salida de Parametría –la empresa demoscópica que más se acercó al resultado de aquellos comicios–, hubo 16 puntos de diferencia entre el porcentaje de hombres que votaron por el candidato de la coalición Juntos Haremos Historia (65%) y el de mujeres (49%) que sufragaron en el mismo sentido.
El género del elector fue mucho menos notorio en el voto que obtuvo su principal contrincante. Por el panista Ricardo Anaya votó 21% de los hombres que acudieron a las urnas y 23% de las mujeres.
López Obrador llegó a la Presidencia con un impulso más masculino que femenino. Mientras casi dos terceras partes de los hombres se expresaron por su candidatura, la mayoría de las mujeres (51%) votó por un aspirante distinto al ganador.
Eso quizá debió obligar al hoy Presidente a tratar de entender por qué y resarcir con actos de gobierno el menor apoyo que tuvo entre las mujeres.
Es cierto, nombró un gabinete paritario, en el que la Secretaría de Gobernación y otras dependencias tienen por primera vez a una mujer al frente.
Sin embargo, algunas de las primeras medidas que tomó tuvieron como efecto el enojo de las mujeres. Una de las más significativas, sin duda, la de reducir el presupuesto a las estancias infantiles.
Hace poco más de un año, el 11 de febrero de 2019, al escribir sobre ello, advertí lo siguiente:
“El Presidente quizá esté tratando de acabar con un programa (las estancias infantiles) que fue concebido durante el tiempo en que el PAN estuvo en la Presidencia, pero –inadvertidamente, tal vez– está permitiendo que se cree un bloque femenino de oposición a su gobierno, pues incluso las mujeres no afectadas por el cierre de las estancias infantiles se solidarizarán con sus congéneres que sí lo sufren”.
Y añadí: “Si a eso agregamos las agresiones y el acoso que las mujeres han denunciado cuando usan el transporte de la Ciudad de México, uno de los bastiones de Morena, es posible que la molestia de ese sector de la población esté creciendo. El gobierno federal debería tomar nota”.
A un año de distancia, está claro que eso es justamente lo que ha sucedido: el presidente López Obrador está perdiendo popularidad entre las mujeres. En el tracking diario de Consulta Mitofsky, la aprobación que tiene el mandatario entre las mujeres es menor en casi siete puntos al que tiene entre los hombres (59.2 contra 52.7 por ciento). De acuerdo con la misma fuente, en febrero la popularidad presidencial tuvo un descenso de tres puntos entre mujeres y 0.6 entre hombres.
A esto seguramente contribuyó la reacción que tuvo ante los feminicidios –prefiriendo hablar en sus conferencias mañaneras sobre la no rifa del avión presidencial que sobre esos asesinatos– y acusando a las convocantes al paro del 9 de marzo de aliarse con “la derecha” para afectar a su gobierno.
Por eso no entiendo que el Presidente le eche más leña al fuego. Y es que en su mañanera de ayer anunció que el próximo lunes, justamente el día del paro #UnDíaSinNosotras, se iniciará la venta pública de los cachitos de la singular rifa.
Se trata de una decisión que López Obrador debiera rectificar. ¿Qué tendría de malo iniciar la venta al día siguiente, sobre todo si ya pasó la fecha que originalmente se había anunciado?
Si no rectifica, parecerá que quiere boicotear el paro o que no le importa que ese día las mujeres, que no van a comprar nada, no adquieran un boleto. Y así, seguirá confrontándose con ellas.Información Excelsior.com.mx