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El PRI es como un niño que reprueba, reprueba y vuelve a reprobar. Sus boletas son más sucias que un establo mezclado con lodazal.
Y sin embargo, promete que el siguiente semestre todo será mejor. Que ya va a cambiar. Pasan los ciclos escolares y lo mismo: el joven vuelve a tener un pantano en sus notas académicas. Lo mismo sucede con el tricolor.
El nuevo PRI prometió ser distinto al del pasado, pero salió peor: Borge y los Duarte se comportaron como viles asaltantes, que se dedicaron a saquear con voracidad furibunda las arcas públicas.
El Revolucionario Institucional, tras su derrota histórica en 2018, se prometio oootra vez a cambiar de rumbo. Hace unos meses, Rubén Moreira aseguró que expulsaron el neoliberalismo que les fue impuesto desde las cúpulas de poder.
Semanas posterior a eso, cimentaron su alianza con el PAN, su antiguo adversario ancestral y principal defensor del neoliberalismo en México, para echar atrás una reforma eléctrica promovida por el Gobierno.
Ahora, en alianza para las elecciones, los antiguos enemigos comen en la misma mesa. Los estados donde el PAN criticaba, ahora acompaña y camina de la mano con los tricolores. Ahora vemos a Xóchitl Gálvez alabar al partido que antes insultaba.
Algo que no ha entendido la oposición es que su desprestigio no va a permitir que echándole montón al gobierno les reditúe electoralmente.
Pese a los múltiples errores del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que son muchos, graves y equiparables a los de sexenios anteriores, la oposición no tiene propuesta, ni convicciones, ni ofrece algo distinto al desastre que dejaron en años anteriores.
Y es cierto el reclamo contra la oposición: ¿qué nos puede decir una coalición cuyo uno de sus dirigentes propone matar a los periodistas de hambre?
El PRI quedará borrado en junio y en 2023 se quedará sin ninguna gubernatura. Información Radio Fórmula