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El querer imponer nuestra visión a otros, ¿tiene futuro?

Por Ángel Verdugo

Como respuesta a la colaboración de este miércoles, recibí varios comentarios, los cuales, si bien respetuosos y sin caer en el reclamo grosero ni en insultos, sí dejaron ver de sus autores una visión, por decir lo menos, fuera de época.

Dos fueron los argumentos esgrimidos en relación con lo que señalé en la colaboración anterior: las posiciones y enseñanzas de la Iglesia católica en relación con el aborto, y el papel de George Soros como El Malo de la Película al acusar a éste, de financiar una campaña proabortista en Irlanda. (De tener interés en la colaboración mencionada, aquí la encuentra: http://www.excelsior.com.mx/opinion/angel-verdugo/sin-duda-todo-cambio-c…).

Al margen de ambos argumentos, hay otra discusión acerca de la inevitabilidad de los cambios culturales; dicha discusión la pondría en estos términos: ¿Qué tan válido sería en las democracias y las sociedades abiertas, pretender imponer a los demás mis puntos de vista en relación con un tema, o un problema? Otra pregunta relevante sería: ¿Tendría éxito dicho esfuerzo en una democracia, dada la realidad actual y lo que se vislumbra para el mediano y largo plazos?

Hoy, es un hecho incontrovertible, que en un número cada vez mayor de países reina el desapego de las nuevas generaciones por la religión y las iglesias. Si bien en algunos países la feligresía ha aumentado, la tendencia mundial es que el número de fieles va a la baja.

En América Latina, región religiosa por definición, la tendencia anterior es más que clara; además, al parejo de esa tendencia, hay otra no menos significativa que tiene que ver con el crecimiento de otras denominaciones religiosas de las cuales diría, que han caminado con decisión y firmeza en la puesta al día de sus prácticas para captar más fieles que quieren ver lo religioso de una manera menos anquilosada que lo que practica la Iglesia católica.

Dicho lo anterior en otros términos, lo pondría así: una buena parte de los nuevos seguidores de esas denominaciones distintas de la católica, no son nuevos fieles; el crecimiento es resultado de una canibalización al reclutar católicos molestos e insatisfechos. Volvamos al tema.

En las condiciones actuales, cada vez es más difícil promover un paquete de ideas que incluye el rechazo del aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo y la adopción de menores por parte de esas parejas y de la eutanasia, por citar cuatro.

Desde la II Guerra Mundial, al darse la incorporación masiva de la mujer a la parte productiva del esfuerzo bélico al enviar a los campos de batalla a decenas de millones de varones, la mujer se ganó el derecho a participar, no únicamente en los mercados laborales en los años de paz sino también, a decidir libre y soberanamente en temas que antes estaban vedados o eran dejados al varón.

A partir de ahí empiezan cambios culturales profundos que, debe decirse, tomaron por sorpresa a las iglesias. Temas como el aborto, libertad sexual, divorcio, educación y vida fuera del hogar —económicamente hablando—, fueron los cimientos del gran edificio que hoy vemos.

Los que hoy se oponen a esos y otros cambios culturales, llegaron tarde 70 años a la discusión. Su suerte está echada, van a ser derrotados irremediablemente; hagan lo que hagan y digan lo que digan, a muy pocos convencerán.

Entre más rápido lo entiendan, más fácil les será acomodarse a la nueva realidad que, ya dije, empezó a gestarse en la II Guerra Mundial. Información Excelsior.com.mx

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