Por Pascal Beltrán del Rio
En la jerga política estadunidense se utiliza el verbo to spin (hilar) para referirse a la acción de construir la interpretación de un hecho que resulte favorable a los ojos de la opinión pública.
Aparentemente, el uso de spin aplicado a la política proviene de la navegación. Y es que cuando los marineros se daban a la tarea de tejer cuerdas a partir de hilos, hacían más amena la rutina contando historias, frecuentemente adornadas y exageradas. En los años 80 aparecieron los llamados spin doctors –asesores o publicistas o encuestadores o voceros o discurseros y, a veces, todo lo anterior– especializados en dorar la píldora antes de dársela a tragar a los opinadores y analistas de la información.
Por ejemplo, ese fue el papel que jugó Kellyanne Conway durante la campaña presidencial de Donald Trump. Aparecía como invitada en programas noticiosos donde reinterpretaba las declaraciones muy polémicas del candidato republicano.
Conway terminó siendo víctima de su propio éxito cuando, días después de la toma de posesión, intentó salvar al efímero primer vocero de la Casa Blanca, Sean Spicer, cuando éste se topó con su primer problema con la prensa, respecto del número de asistentes a la toma de posesión de Trump.
A Conway se le ocurrió llamar “hecho alternativo” a la afirmación de Spicer de que Trump tuvo el mayor poder de convocatoria para una toma de posesión. Con ello, metamorfoseó en el personaje basado en ella misma que había popularizado la actriz Kate McKinnon en Saturday Night Live.
Aunque no existe una traducción al español de spin y spin doctor, esa práctica y ese oficio han existido desde hace mucho en la política mexicana. Por ejemplo, es frecuente que coordinadores de comunicación social llamen por teléfono a reporteros y editores para tratar de influir en su visión sobre algún dicho o hecho de interés periodístico, buscando realzar o aplacar o torcer su cobertura.
Sin embargo, en más de tres décadas en este oficio nunca he visto a un político mexicano más diestro en el spin que Andrés Manuel López Obrador. Su capacidad de reinterpretar los hechos en su favor es parte de la razón por la que no necesita un vocero: nadie podría hacerlo mejor que él.
Solo, sin necesidad de ayuda, el hoy Presidente de México se mete en problemas y solo sale de ellos. Cuando parece que ha dicho algo devastador para su imagen ante la opinión pública, aplica un spin que termina mareando a los reporteros que lo cubren y, a juzgar por las encuestas, convenciendo y hasta enamorando a parte importante de la opinión pública.
El estilo y la técnica de López Obrador para comunicar tendrían que ser motivo de un libro y de ninguna manera caben en este espacio. Baste decir que el Presidente domina muchos de los recursos que han utilizado los más famosos spin doctors: callar, hacer gestos, irse por la tangente, repetir hasta la saciedad, etcétera. Una prueba de la maestría de un spin doctor es convertir una victoria pírrica en un triunfo épico (cuando menos en la interpretación pública prevaleciente de los hechos).
En su primer semestre en la Presidencia, el tabasqueño ha hecho eso cuando menos dos veces: en la lucha contra el huachicoleo y en la reciente negociación con Estados Unidos.
En ambas ocasiones escuché tanto a ciudadanos de a pie como a avezados analistas y reporteros por los que tengo respeto comprarse completa la interpretación que les vendió López Obrador.
Hasta ahora, las conferencias mañaneras han sido una fábrica muy eficiente para reempacar los hechos. De lo único que deberá cuidarse el spin doctor Presidente es de no cometer el error de Conway: volverse una caricatura de sí mismo. Información Excelsior.com.mx