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El tercer tropezón

POr Víctor Beltri

Cuatro de junio: ocho días para el tercer debate, 26 para la elección presidencial. El puntero en las encuestas presume tener, de acuerdo con las mediciones de un prestigioso periódico, el 52% de la intención de voto: para sus adversarios, de acuerdo con las palabras del propio candidato, la batalla está perdida. La gente está tan emocionada —en apariencia— y Andrés Manuel se siente tan seguro de su victoria que, ahora, más que procurar el suyo propio se dedica a promover el voto de quienes espera le acompañarán en el Congreso de la Unión, a fin de que puedan secundar sus propuestas de manera incondicional. López Obrador administra la victoria: todo parece ganado. O no.

O no. Y es que no deja de ser curioso: mientras que Andrés Manuel se dedica a gestionar una victoria anticipada con sus adversarios, sus principales aliados comienzan a exigir, antes aun de que suceda la elección, el botín que se les ha prometido. Un botín que —ahora parecen darse cuenta— se contrapone con el prometido a sus otros seguidores: poco tiene que ver el discurso mesurado a los medios conservadores con el vitriólico que se ofrece a sus seguidores recalcitrantes.

AMLO, y sobre todo en lo relacionado con la educación, ha realizado promesas a diestra y siniestra: a unos les ha prometido continuar con las reformas —al menos la educativa— a través de sus adláteres, como el propio Moctezuma, y a los más les ha comprometido su cancelación inmediata. Un discurso para cadaº ocasión: es imposible, realmente, confiar en alguien así. La sociedad civil lo ha advertido y, también, ha tratado de ceñirlo a través de cuestionamientos expresos que el candidato termina respondiendo en redes sociales, sin seriedad alguna, y sin darles la menor importancia.

Por eso la incertidumbre. Por eso los rumores, por eso las dudas sobre la capacidad de quien se asume ganador en las encuestas, un mes antes de que el proceso que podría encumbrarlo tendrá lugar y ya que su victoria parecería inminente. Existe un porcentaje considerable de la población que no cree en López Obrador, y para quien la incertidumbre le podría llevar a votar por un candidato más confiable. Un candidato más confiable que, hasta el momento, no es el candidato de Morena.

López Obrador no es un candidato confiable. No lo es para los indecisos, y no lo es para sus propios seguidores: el ansia de poder de quien está dispuesto a prometer cualquier cosa, con tal de acceder al poder, es cada día más evidente. Las manifestaciones de la CNTE, en el momento actual, no tienen sentido más que para presionar al candidato de Morena para no volver a caer en contradicción, y procurar que mantenga sus promesas y las sostenga en el debate: los demás candidatos no habrán de cambiar sus posturas, pero quienes le apoyan parecen darse cuenta de que Andrés Manuel estaría dispuesto a cualquier cosa con tal de obtener los votos que le son necesarios.

Votos que, por lo visto, está dispuesto a pagar a cualquier precio. Por eso las alianzas con Bartlett, con Manuel Espino, con Germán Martínez. Con cualquiera que esté dispuesto a reconocerle la banda de oropel que le brinda autoridad moral, con cualquiera que le brinde el apoyo, y el puñado de sufragios, que siente que necesita para no volver a perder como en las dos elecciones pasadas.

La CNTE está en la Ciudad de México, y no viene de paseo. Viene, de manera expresa, para apoyar al candidato que le ofrece lo que quiere: también para exigir, al mismo tiempo, que se cumpla con lo que le han ofrecido. Viene, como lo ha hecho antes, haciendo uso de la violencia y con los peores postulados para brindar a nuestros hijos una educación que les permita ser competitivos a futuro. Postulados que apoya, de manera incondicional, Andrés Manuel López Obrador con tal de secundar a un sindicato corrupto.

Tal vez se está metiendo con el enemigo equivocado. Viene el tercer tropezón. Información Excelsior.com.mx

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