Por Jorge Fernández Menéndez
Con un abrazo solidario para Marcelo Ebrard.
Cuando está por comenzar una de las semanas más importantes para el futuro de la actual administración, en Morena andan a los tiros. Los desmanes, agresiones, balazos del sábado, en el inicio de sus asambleas previas a la renovación de la dirigencia nacional de Morena, han demostrado, por una parte, la fragilidad del partido como tal, y por otra, la inexistencia de un factor cohesionador que no sea López Obrador y la búsqueda de espacios de poder.
Es en Jalisco donde se dan los mayores abusos internos. Un superdelegado, Carlos Lomelí, tuvo que dejar su posición, acusado de conflicto de interés, cohecho, tráfico de influencias y enriquecimiento ilícito. Su reemplazante, Armando Zazueta Hernández ha llenado la estructura local con una red de familiares que van desde su esposa y sus amigas, hasta sus primos y tampoco es aceptado por la militancia. Negocios, corrupción y nepotismo, se han conjuntado en la estructura partidaria. Nadie debería extrañarse entonces que en Guadalajara, Zapopan y otros municipios jalisciences las asambleas terminaran a tiros. Lo mismo ocurrió en otros estados y en forma muy notable en Gómez Palacio, en Ciudad Juárez y en Xalapa.
La idea es reventar las asambleas para impedir la renovación de la dirigencia nacional, un objetivo que ya ha planteado públicamente Yeidckol Polevnsky, presidenta saliente del partido que quiere conservar esa posición acompañada por personajes como Héctor Díaz Polanco. Lo cierto es que en Morena no hay un padrón electoral mínimamente confiable, tampoco una estructura de partido que permita realizar una elección interna como pretenden Polevnsky y Bertha Luján. Otro contendiente, Alejandro Rojas Díaz Durán, asegura que la resolución emitida por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación respecto a que, de acuerdo con los estatutos del partido, los dirigentes no pueden repetir en su cargo, descalifica tanto a Polevnsky como a Luján para buscar la dirigencia partidaria.
El coordinador de los diputados en San Lázaro, Mario Delgado, de lejos el más sensato en todo este proceso, ha insistido en algo que debería ser de sentido común: no hay condiciones para realizar una votación abierta, tampoco hay un padrón confiable, y recomienda seguir el consejo de López Obrador, que propone la realización de tres encuestas que definan quién será el próximo líder del partido. Pero los sectores más radicales de Morena, dentro y fuera del gobierno, ven a Delgado como una extensión del creciente poder del canciller Marcelo Ebrard y de una alianza con Ricardo Monreal y quieren boicotear la única candidatura que le daría a Morena un perfil de dirigencia capaz de construir una estructura partidaria hacia el futuro, ligada, además, a la línea que va marcando el gobierno.
Ante los hechos violentos que se dieron en Jalisco, Durango, Veracruz y Chihuahua no pasa desapercibido otro factor: son todos los estados donde el narcotráfico tiene una fuerte presencia. La estrategia gubernamental con los grandes grupos del crimen organizado, incluyendo aquello de “abrazos, no balazos” no queda clara en absoluto, no se sabe cómo está jugando el gobierno y cómo lo están haciendo los distintos grupos criminales. La presencia simultánea del presidente López Obrador en el Triángulo Dorado y en Badiraguato durante estos días, territorio por antonomasia del Cártel del Pacífico, la insistencia en que con el programa Sembrando Vidas se alejará a los jóvenes del crimen organizado en esas regiones (algo que no parece tener algún sustento), puede dar a entender que existen señales hacia el Cártel del Pacífico en detrimento de sus rivales del Cártel Jalisco Nueva Generación y sus aliados. Casualmente, los desmanes y actos de violencia se han dado en los estados donde el CJNG tiene mayor presencia y capacidad de la operación.
Y para terminar de completar el escenario, los duros de Morena, como Polevnsky, quieren imponer por la fuerza y las triquiñuelas legales un gobernador de cinco años en Baja California vulnerando las leyes, la constitución y la opinión del Presidente de la República.
Son demasiadas variables en juego y falta mucho para saber cómo concluirá el proceso interno de Morena. El propio Presidente parece hoy, ya instalado en Palacio Nacional, un poco o un mucho alejado de las vicisitudes internas de su partido, pero sólo López Obrador tiene autoridad suficiente como para poner orden en un proceso que, fácilmente, puede salirse de las manos de sus protagonistas y vulnerar la gobernabilidad del país. Información Excelsior.com.mx