Por Celia Soto
La cifra máxima de fallecidos por covid-19 que previó el doctor Hugo López-Gatell se ha cuadriplicado. De los 6-8 mil muertos totales que pronosticó el 23 de abril para la fase 3, presumiblemente la más intensa, estamos en 30,000, sin tomar en cuenta que esta cifra también es, por lo menos, 50% menor a la real, según demuestran los estudios que comparan totales de fallecimientos en otros años, realizados por varias organizaciones e incluso por autoridades de la Ciudad de México. Por millón de habitantes, por cada cien mil habitantes, por como las quieran presentar, las cifras son inaceptablemente altas. No se necesitan más datos para concluir que la estrategia seguida por el gobierno federal es fallida. En el mejor de los casos, su premisa es de resignación: “Tenían que morir porque somos pobres, porque no podemos obligarlos a quedarse en casa, porque no podíamos imponer medidas coercitivas, porque no vale la pena hacer pruebas masivas, etcétera”. En el peor de los casos, representa una tropicalización de la fallida estrategia sueca de no hacer mucho y dejar que se propague la epidemia; el propio Dr. López-Gatell la transparentó con el famoso ejemplo de la escuela de mil niños a la que había que esperar cerrar hasta que se contagiaran por lo menos 100 niños. Se trata de una interpretación negativa de la famosa frase de Keynes: “Si los hechos cambian, yo cambio mis ideas”. Aquí sería: “Si los hechos cambian, persisto”.
Varias iniciativas de gobernadores, en particular la pasada reunión de dos bloques, la Alianza Federalista y la Alianza Centro Bajío Occidente, que reúnen a 12 mandatarios estatales, con iniciativas de coordinación en la promoción económica e intercambio de información sobre la pandemia, sugiere que poco o nada esperan de la Federación respecto a recursos extra para atender la emergencia y menos un cambio de estrategia para atajarla. Las cifras alarmantes del crecimiento de contagios y muertes en nuestro país y el crecimiento descontrolado en los estados del sur de Estados Unidos, lo que representa un riesgo creciente para los estados de la frontera norte, requieren mejoras, cambios o la introducción de nuevas herramientas para el control de la pandemia.
Es la hora de invitar a Sherlock Holmes y su instinto de sabueso. Si bien los estados no tienen los recursos financieros para implementar medidas como el ingreso mínimo vital para una mayoría de sus ciudadanos, tienen una importante concentración de recursos humanos calificados: estudiantes, profesionistas, jubilados con experiencia. También cuentan con comunidades empresariales solidarias. Estos recursos pueden conjuntarse para montar una estrategia que sume pruebas, rastreo de contactos, investigación e información sobre medidas preventivas.
La estrategia de «pruebas, pruebas y más pruebas» recomendada por la Organización Mundial de la Salud ha sido ridiculizada una y otra vez por el subsecretario López-Gatell, llevándola al absurdo: «Hacer pruebas indiscriminadamente a nada nos lleva». Pero no se trata de hacer pruebas sin ton ni son. Ahí es donde entra Sherlock Holmes y su fiel Watson. Se requiere capacitar y formar cuerpos de rastreadores y de formadores de mapas, es decir, personal con formación para informar a personas con pruebas positivas de covid y rastrear todos sus posibles contactos. La geolocalización que permite el amplio uso de celulares es un gran auxiliar, así como los 911 de emergencias médicas que permiten ubicar de dónde provienen llamadas de personas con sospecha de síntomas. Y acompañando a los rastreadores personal de salud o de las instituciones sociales que enseñan a usar el cubrebocas, explican el abecé de la epidemia, etcétera.
Ahí es a donde debe dirigirse una estrategia de pruebas. El proceso de reapertura económica representa un riesgo, pero también una oportunidad para Sherlock Holmes. Muchas de las industrias, restaurantes y negocios requieren pruebas para sus empleados. Los datos iniciales, por lo menos en la frontera norte, son de un número no menor al 20% de contagios. Esta es información muy valiosa para el equipo de rastreadores, investigadores y expertos en mapeo.
Otra herramienta es el análisis de las aguas de los drenajes para encontrar el virus. ¿De toda la ciudad? No, es demasiado amplio. Pero sí de unidades habitacionales, de cárceles, de centros de trabajo, de mercados, de empresas con un importante número de empleados. De tal manera que la estrategia de pruebas cada vez se afine más con herramientas de geolocalización y de las respuestas al trabajo de los/las rastreadores.
La premisa del gobierno federal resumida en “no hay de otra porque no tenemos recursos” se resquebraja cuando se le pone nombres y rostros. Hay recursos financieros, pero están mal invertidos. Y hay herramientas para perseguir al virus hasta cercarlo y disminuirlo. Basta imaginar que no permitiremos el contagio y la muerte de ése, nuestro ser más querido. Información Excelsior.com.mx