Kristal Amezquita tenía 23 años de edad cuando se enteró que estaba embarazada por primera vez. Sin embargo, lo que parecía ser un embarazo ordinario pasó a ser una tragedia que, dos años después, pudo compartir en el blog Love What Matters.
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Residentes de Temecula, California, Kristal y su pareja, Diego, hicieron una fiesta en abril de 2017 para revelar el género del bebé. Su primer hijo iba a ser un niño y se iba a llamar Ian Max.
Desde que era una niña sabía que quería ser madre. Siempre bromeé diciendo que fui puesta en la tierra para ser madre, a pesar de que no me sentía tan emocionada como pensé que me sentiría el día que descubrí que estaba embarazada. Estaba aterrorizada, preocupada y no estaba preparada.
Aunque en el primer trimestre no pasó ningún contratiempo, cuando Kristal llegó a los cinco meses de embarazo, comenzó a experimentar molestias y dolores en el vientre y el estómago. Unos días después se daría cuenta de que estos dolores eran contracciones de parto.
La pareja acudió al médico al día siguiente de registrar los primeros síntomas. Kristal podía sentir en su interior a su hijo moviéndose, y su pulso parecía normal. Su doctora les dijo que al otro día, cuando tendrían su cita de ultrasonido, iban a poder averiguar con mayor certeza si algo había pasado con Ian.
Ella dijo: ‘¡Genial! Dependiendo de ese ultrasonido sabré si algo está mal y podemos ir desde allí’. Dijo que probablemente solo estaba experimentando dolores de crecimiento ya que tenía casi 21 semanas. Fui a trabajar pero le dije a mi jefe que me sentía incómoda y lo tomé con calma.
A la otra mañana, sin embargo, Kristal despertó con un tremendo dolor en su abdomen. Optó por no ir a trabajar aquel día y regresó a la cama. Pero cuando despertó en la tarde, volvió a quejarse de un dolor agudo en su estómago. Su familia la llevó de inmediato a urgencias.
La enfermera entró para preguntarme qué estaba sintiendo, por qué había venido, abrió mis piernas, miró y de inmediato dijo: ‘Voy a buscar a un médico’. El médico vino, miró también, y ahí es cuando mi corazón se rompió en un millón de pedazos.
Técnicamente, Kristal había entrado en labor de parto y estaba experimentando las contracciones. Pero eso no era lo más preocupante. Su cérvix se había abierto y la placenta había entrado en contacto con el canal de parto, provocando una infección.
El médico le dio dos opciones, ya sea acelerar el parto con medicamentos o permitir que el cuerpo lo resuelva a su paso. Kristal prefirió la segunda opción. Esa misma tarde, se rompió la fuente y la joven madre se enfrentó al temor de que iba a perder al niño.
Entre los gritos de dolor y el llanto de la paciente, el parto fue un desastre. “Después de dos empujones, me preguntaron si quería sostenerlo, pero primero quería sacar la placenta.” El niño nació muerto, y era tan pequeño que se les resbaló al salir.
Estaba tan conmocionada que el obstetra que recibió a Ian lo dejó caer cuando salió, y me decía: “Está bien, eres joven, tendrás más, TÚ estás bien”.
Esa noche, la doctora de Kristal la llamó para disculparse por no reconocer los signos de labor de parto. La madre descubriría más tarde que tenía un cuello uterino tan frágil que provocó una infección en la placenta.
Esta es mi historia, real y cruda. Espero que si alguien más tuvo o está experimentando la pérdida de un bebé, de parto prematuro o un aborto espontáneo, que nunca te sientas sola. Espero que la historia de mi Ian Max ayude a otras y aliente a otras a compartir su historia.
Kristal y Diego pudieron quedarse un par de días en el hospital antes de regresar a casa. Información Noticieros Televisa