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Es irónico que en medio del escándalo que caracteriza a nuestro tiempo se impongan el silencio y las omisiones. En los medios y en las redes sociales todo parece cuestionarse y abunda el puritanismo; una supuesta superioridad moral que debe regir nuestra conversación y la vida cotidiana. Pero detrás del puritanismo se esconde la hipocresía: todo es moralmente cuestionable, siempre y cuando sirva para señalar al otro, para recoger likes, para generar clickbait, para calumniar o para descalificar políticamente.
Grupos de estudiantes de universidades prestigiosas de los Estados Unidos se manifestaron en contra de Israel y a favor de la paz en Gaza. En respuesta, filántropos que financian a esas universidades amenazaron con retirar su contribución económica si no se hacían públicos los nombres de los que participaron “para nunca contratarlos”. Poco después, un camión de publicidad circuló cerca de las universidades, mostrando las caras y nombres de los estudiantes. Así, en “el país de las libertades”, se atenta en contra de la libertad de expresión y se impone la voluntad de los que tienen dinero. En respuesta, algunos supuestos libertarios, como Pablo Majluf, celebraron la acción contra “el equilibrismo”, deseando que sea suficiente para “sacudir la brújula moral e intelectual”. Para algunos, hay de libertades a libertades.
Hablando de equilibrismos, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, catalogó a Carmen Aristegui y a Julio Hernández, “el Astillero” —quien en más de una ocasión ha defendido a su gobierno—, como “progres buena ondita”; esto por cuestionar la condecoración al general Salvador Cienfuegos. A su vez, el presidente exoneró al general de haber participado en la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y nuevamente externó que el ejército es una institución que le obedece y que ha entregado toda la información sobre ese caso y otros. Sus declaraciones fueron en la mañanera; espacio que por excelencia le sirve para escandalizarse por lo ajeno y para guardar silencio o ser omiso sobre lo propio.
En cuanto a los militares, el escándalo y el silencio es mayor. El presidente ha empoderado a las fuerzas armadas de diferentes formas; pero algunos, casualmente, empiezan a ver con preocupación la militarización, en vísperas del proceso electoral. Ahí está, por ejemplo, Hernán Gómez, maromero estelar de este gobierno, todo escandalizado porque Omar García Harfuch pide abrazar a la policía y al ejército (en una clara referencia al “abrazos no balazos” de López Obrador) y que considera que, en la selección del candidato o candidata a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, se vive una coyuntura crucial para definir el rumbo de la 4T; como si el legado de este gobierno no fuera el fortalecimiento y la impunidad de las fuerzas armadas. Mientras la violencia aumenta en todo el país, algunos han preferido callar y escandalizarse, convenientemente, sobre otras cosas.
Y sobre la violencia, en México hay aproximadamente una persona desaparecida cada hora. A diferencia de lo que hizo con el conflicto en Israel, Xóchitl Gálvez no ha invitado a Claudia Sheinbaum a que juntas se posicionen al respecto; que asuman una postura “ante las víctimas del terror”. Desde luego, siempre es más fácil ser bravo hacia afuera que tener las agallas de responsabilizarse hacia adentro.
Así funciona nuestro tiempo: bajo el escándalo hipócrita y el silencio cómplice. Inforamción Radio Fórmula