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Eso es todo, amigos

Por Pascal Beltrán del Rio

Esta noche, por fin, terminará el show. Al sonar las 12 de la noche, se acabará la redundante trilogía de las precampañas, intercampañas y campañas.

Desde el 14 de diciembre pasado –es decir, a lo largo de 195 días–, los mexicanos fuimos bombardeados por 59 millones 78 mil 400 spots de precandidatos, candidatos, coaliciones y partidos.

No sé si le haya pasado a usted, pero yo me desperté varias veces en esta temporada electoral con uno de esos espantosos jingles propagandísticos retumbándome la cabeza. No me extrañaría que hayan salido de algún laboratorio de experimentos conductuales para surtir justamente ese efecto.

Peor aún es pensar lo que nos costó el espectáculo, en tiempos oficiales y en efectivo. Cientos de millones de pesos tirados en promover iniciativas absurdas cuando no tramposas.

No hubo un candidato o partido que, apelando a la responsabilidad fiscal, se abstuviera de prometer cosas incosteables. Y no es sólo, que usen el dinero público para engañar, sino que asumen –y quizá con razón—que la mayoría de los electores no sacaran las cuentas y, por tanto, no se dará cuenta de la treta. Es querer vernos la cara de tontos.

La verdad es que muy pocas personas tienen noción del tamaño del presupuesto y de las erogaciones que el país está obligado a hacer.

Un político responsable tendría que advertir a los ciudadanos que el gasto programable se está haciendo cada vez más chico y, por más que la recaudación se haya vuelto más eficiente, queda cada vez menos que repartir una vez que se han cubierto las pensiones, el costo de la deuda, etcétera.

Seguir con este ritmo de gasto sin procurar la eficiencia y sin aumentar los ingresos públicos mediante una nueva reforma fiscal es un sinsentido.

Por supuesto, en un país en el que, desde hace décadas, se ha acostumbrado a una parte de la población a recibir dádivas, el ampliar los llamados “programas sociales” suena como una buena idea.

Nadie se atreve a decir que el reparto de dinero público para atender a los pobres no ha servido de nada porque a nadie ha sacado de la miseria. La única realidad es que los nietos de quienes recibieron recursos del Pronasol hace casi tres décadas hoy están en el padrón de Prospera.

Señalar eso no significa que se deba dejar a los pobres rascarse con sus uñas –como sociedad estamos obligados a ser solidarios con quien enfrenta una penuria–, pero sí implica que cada peso gastado en estos programas debe tener un objetivo final: dejar de gastarse una vez que el beneficiario esté en condiciones de mantenerse por sí mismo.

Eso es exactamente lo contario de lo que propusieron en campaña los candidatos presidenciales apoyados por coaliciones. Los tres ofrecieron ampliar esos programas, tal vez no en número, pero sí en recursos gastados.

No se preocuparon por decir al electorado que el presupuesto no alcanza para tanto. Total, como dice el lugar común, esa es la poesía con la que se hace campaña y ya vendrán los tiempos de la prosa con la que habrá que gobernar. Lo importante para ellos es sacar votos; ya después pensarán en los pretextos para justificar los incumplimientos.

La pregunta es si la gente aguantará el más de lo mismo al que orillarán al próximo gobierno federal no sólo las constricciones presupuestales, sino también la nueva realidad del comercio internacional. Y es que si sigue escalando la guerra comercial iniciada por Washington, es muy posible que las exportaciones mexicanas vayan a la baja.

Como país, deberíamos estarnos preparando para un entorno más complicado, en el que no podamos contar con el mercado estadunidense para colocar nuestros productos como hemos hecho hasta ahora.

Desgraciadamente, en estos 195 días poco se ha hablado de esta nueva realidad, así como de problemas como las pensiones, el endeudamiento, la seguridad pública y la deficiente e insuficiente infraestructura del país.

Ha sido más cómodo para los candidatos pintar paraísos y sacar la vuelta a los temas espinosos; prometer más “gasto social” y evitar decir cómo saldremos de la violencia que está destrozando familias e inhibiendo la creación de empleo.

Hay que reconocer que a lo largo de estos seis meses y medio no tuvimos una discusión a la altura de los problemas de la nación, los que tenemos y los que irán apareciendo en el horizonte.

Todos somos de alguna forma responsables de ello, pero los candidatos y los partidos lo son en mayor medida porque no ejercieron su posición de liderazgo pensando en el interés público, sino en su beneficio. Y porque gastaron los recursos de los contribuyentes en propagar mentiras y medias verdades que nos alejarán de la superación de nuestras dificultades. Información Excelsior.com.mx

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