Por Ángel Verdugo
Los actos celebrados este 1 de diciembre (en relación con la Toma de Posesión del cargo de Presidente Constitucional de quien triunfó este 1 de julio), nos han sido de gran utilidad para darnos cuenta de una realidad la cual, espero estar equivocado, deja ver una frialdad hacia el nuevo gobierno y quien lo encabeza, de parte de los gobernantes de países con los cuales México tiene relaciones que van más allá de lo económico.
La aparición fugaz —casi con pena— de algunos de los representantes, al menos de mi parte, dice más de lo que han sido las relaciones de nuestro país con algunos países y gobiernos desde hace muchos años.
¿Qué explica, por ejemplo, el bajísimo nivel de quienes representaron a Francia, Reino Unido, la República Popular China, Rusia, Alemania y el mismo Estados Unidos? ¿Acaso con la decisión de enviar a funcionarios que han pasado prácticamente inadvertidos, el mensaje enviado es, además de una muestra de cautela, una respuesta a dichos y hechos poco sensatos de quien ya está al frente del Estado mexicano y del gobierno de la República?
Por otra parte, los enviados de los gobiernos de Bolivia, Cuba y Venezuela mostrándose ufanos y sobrados, ¿qué buscaban demostrar? ¿Su capacidad de mentir para dar la impresión a sus clientelas de aprecio por parte de los mexicanos? En particular, ¿a quién podrían engañar los excesos del gobierno de Venezuela al mentir descarada y burdamente acerca de una recepción, que ni las mentes más calenturientas vieron? Lo visto pues este 1 de diciembre, debe ser tomado en serio por lo que sin decir nos dice; hoy, a querer y aceptar o no, las relaciones entre los jefes de gobierno y de Estado son parte importante de las que se dan en lo económico y lo político.
Los reportes que sin duda envían los que desde cada embajada analizan el desarrollo de los acontecimientos que desde hace meses se ven a diario en México, no son —en modo alguno— favorecedores para México y para López mismo. La renuencia de éste a mantener los contactos personales con quienes gobiernan en países con los cuales mantenemos relaciones que son fundamentales para México en materia de inversión, intercambios que rebasan, con mucho, las que empresarios y grupos sociales mantienen con similares de esos países.
También, debe haber sido analizada con objetividad la visión de López, de que lo externo carece de importancia en una globalidad cada vez más extendida y profunda. ¿Quién en su sano juicio plantearía hoy, que México no necesita de una presencia más activa en los espacios internacionales? ¿Quién, de tener al menos dos dedos de frente, restarle importancia a los contactos de nuestro gobernante con sus pares de no pocos países con los cuales intercambiamos miles de millones de dólares en mercancías y servicios?
¿Quién en su sano juicio, en el país que quisiere usted, se atrevería a realizar un acto demagógico y ridículo con el avión en el que se desplazaría el gobernante a otros países para fortalecer lazos de todo tipo y/o participar en las reuniones de organizaciones multilaterales de las cuales, México fue miembro fundador?
Ante la cadena de desatinos y la renuencia exhibida a abrirse al mundo y participar activa y decididamente en él, los gobiernos que ven en esa conducta un riesgo manifestaron su rechazo. ¿Cómo? ¿Acaso no se dio cuenta? Lo hicieron como deben ser las relaciones entre países y gobiernos: con diplomacia, pero con claridad meridiana.
¿Lo habrá entendido López? Lo dudo. Información Excelsior.com.mx