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Fuenteovejuna, de nuevo

Por Félix Cortés Camarillo

La pequeña Camila Espinoza vivía en Xico; esto es en Valle de Chalco, Estado de México. Tenía 9 años y soñaba con ser enfermera. El último día del año, un tal Leonardo Cabrera, quien dormía en la caseta de vigilancia del “fraccionamiento” —así se llaman ahora las vecindades que nos regaló la familia Burrón—, aprovechando la confianza que se supone genera el papel de vigilante, atrajo a la niña, la violó y la mató en el colchón donde él mismo dormía.

Hasta aquí la nota roja simple que inunda las páginas últimas de los diarios del país y los primeros minutos de los noticiarios de radio y televisión.

Cuando partía el cortejo con el ataúd de Camila rumbo al panteón, “alguien” comenzó a decir, entre los enardecidos vecinos, que el asesino andaba por los alrededores. Eso bastó para que los dolientes se transformaran en agresores.

Empezaron a buscar al monstruo como en la película de Frankenstein. A lincharlo, era la silente consigna. Y subieron a techos, rompieron ventanas, treparon postes y buscaron hasta debajo de las piedras. Se la pelaron.

Pero además de todas esas linduras, penetraron a las casas del vecindario, saquearon casas enteras, rompieron muebles… y robaron cosas.

“Tenemos que tomar la justicia por nuestras propias manos porque la policía no hace nada”, dijo uno de los jóvenes de la turba a la cámara de televisión.

Ése es el mejor pretexto para el pillaje y la injusticia.

La justicia en mano propia es simplemente un escondrijo para los más recónditos instintos de venganza social, que es uno de los caldos de cultivo de la delincuencia menor.

Cuando sea almácigo de crímenes mayores, como los linchamientos de los que hemos sido testigos, vamos a comenzar a preocuparnos; será demasiado tarde.

PILÓN.- Nos dijeron, en tiempo reciente, que íbamos a vivir mejor a partir de diciembre uno. Un lector amable, defensor del nuevo régimen, me escribe que él, como habitante de la zona fronteriza, está muy contento porque Andrés Manuel está cumpliéndole a su pueblo.

Él pagó 13 pesos por el litro de gasolina magna la mañana de ayer, y cree que va a pagar el mismo sales tax que al otro lado de la raya: el 8.25 en promedio. Yo le felicito y le deseo que se cumpla su sueño.

A los residentes en la capital del país no nos va tan bien. La licencia de conducir cuesta 10% más que el año pasado; el refrendo vehicular un 15% de aumento. La inscripción para casarse, pa’ que se animen, subió un 40 por ciento.

La inflación programada es de 2.3%. La real es arriba del cinco.

De todos modos, Juan te llamas. Información Excelsior.com.mx

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