Monrovia, Liberia –
Tan paradójico es el futbol como el mundo de la política. Tras dos intentos, -desde el 2006- el ex astro del futbol de Liberia, George Weah ha llegado a la presidencia de su país recogiendo el legado de Ellen Johnhson- Sirleaf, que aunque trajo la paz consigo mediando en la guerra civil, lo hizo a costa de nepotismo, poniendo a sus hijos en puestos clave del gobierno. Ahora, Weah estará al frente los próximos seis años.
Weah, siempre diferente e incontenible, es el ejemplo perfecto de la técnica tardía porque pudo haber despuntado mucho antes de tiempo pero su difícil entorno no se lo permitió. Fue el muchacho que creció en una región pantanosa –Monrovia- y que tuvo que irse a los 21 años a Camerún para poder empezar una carrera en el futbol. El técnico Claude Le Roy, impactado por su fortaleza y espíritu, le habló maravillas de él a Arsene Wegner, por aquel entonces técnico del Mónaco, -“es un chico de incalculable valor, no sólo piensa con el balón, juega con el corazón. Es la mezcla perfecta de esfuerzo y técnica”-, le comentó en aquel entonces.
Era 1988 cuando Weah llegó a Francia con el Mónaco pensaba en el avión, sobre todas las cosas, en la manera de sacar de Liberia a su familia y trasladarlos a Nueva York. La Guerra civil de Charles Taylor empezaba a fundir todos los decretos con los que supuestamente habían enfrentado la dictadura de Samuel Kanyon.
Pero realmente el mundo conoció a un tipo llamado George Weah en 1995 cuando pasó al París Saint Germain. En aquel entonces no había las torres de marfil de dinero como ahora, a cambio, se ofrecía en el Parque de los Príncipes un equipo noble en esfuerzo con algunas figuras como Raí, Bernard Lama, Alain Roche, Vincent Guerín y Weah, que hizo siete goles en esa edición de Champions League. Un tanto suyo en el Camp Nou, sirvió para que eliminaran al Barcelona en cuartos de final, aunque cayeran una ronda después ante el Milán. Una paradoja más: precisamente en el Milán lo ficharon convencidos de que obtenían al rey de Europa y a un futbolista distinto.
Pero el reto colosal de Weah era ayudar a su país. Aprovechó ese 1995 para convertirse en embajador de la Unicef y mandar ayuda humanitaria a Liberia, un país lleno de diamantes, oro y madera pero mal gestionado.
Al mismo tiempo, quien ganó el balón de oro de France Football en 1995 se abría al mundo global y evitaba que las premiaciones fueran únicamente para los europeos. Si Maradona y Pelé no ganaron este cetro a causa de sus nacionalidades, George Weah se convirtió en el primero en obtenerlo y el único jugador africano hasta la fecha.
Desde niño, junto al océano Atlántico, empezó a hacer goles en el amateur Young Survivors, en campos lodosos e improvisados, viviendo en chozas de paja. Liberia, un país que jamás fue colonizado y la segunda república negra detrás de Haití, buscaba democracia.
Apareció Ellen Johnson- Sirleaf, la primera mujer de un país africano en la presidencia y desde el 2006 enfrentó en las elecciones a Weah que comandaba a los barones del CDC (Congress for democracy change). No ganó el futbolista que regresó en el 2011 a contender pero como el vicepresidente de Tubman. Tampoco lo logró. Hasta este 2017 se llevó las urnas arrasando en las votaciones, como cuando ganó aquel balón de oro. Incansable siempre, aun estando en la etapa final de su carrera con el Chelsea o el Olympique de Marsella, Weah seguía corriendo con el mismo entusiasmo, igual que en el 2001, cuando con los pies cansados enfrentó en un amistoso a México en el Luis Pirata Fuente de Veracruz, en una tarde pasada por lluvia y anotándole a Óscar Conejo Pérez. Weah paradójicamente, se estaba preparando para su partido más importante, ése que le esperaba en Liberia. Información Medio Tiempo