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Golpe de Estado y definiciones

Por Jorge Fernández Menéndez

Para mi hermana Graciela, una Aries con corazón de Piscis, dirían los astrólogos.

Así hablaba sobre Venezuela, apenas el lunes, el asesor incómodo de López Obrador, el teórico de las masacres, las conspiraciones e ideólogo de la ruptura del candidato de Morena con el Ejército, John Ackerman. En un texto titulado El canciller traidor publicado en La Jornada, Ackerman se desgarraba las vestiduras porque el gobierno mexicano, con las demás democracias de América Latina, había reclamado en la OEA que ese país respetara los derechos humanos y políticos de sus ciudadanos y liberara a los presos de conciencia.

Sin falsos pudores, Ackerman escribió que “Venezuela es mucho más democrático y respetuoso a los derechos humanos que México. En el país sudamericano no asesinan periodistas ni se cometen fraudes electorales (sic). En Venezuela los medios privados de comunicación electrónica se lanzan día y noche, y de la manera más frontal y directa, en contra de su gobierno… En Venezuela existe una vigorosa separación de Poderes”.

Pocas veces se pueden encontrar tantas mentiras en un párrafo. El gobierno de Venezuela es una dictadura que apenas ayer disolvió el parlamento, donde se acabó con cualquier rastro de división de Poderes, donde no hay medios de comunicación privados que se lancen contra el gobierno en forma “frontal y directa” porque los gobiernos de Chávez y Maduro los expropiaron y nacionalizaron a casi todos, incluyendo los que en su momento los ayudaron a llegar al poder (una lección que tendrían que aprender algunos en México); los periodistas críticos han sido asesinados o están exiliados; hay sólo un periódico opositor circulando y no puede publicar más de diez páginas diarias; los opositores, como Leopoldo López, terminan en la cárcel simplemente por ser eso, opositores, mientras la economía es, sencillamente, una catástrofe, la corrupción no tiene límites y el narcotráfico es una cuestión de Estado.

El gobierno de Venezuela con el autogolpe de Estado de ayer ha hecho caer la última de las máscaras tras las que intentaba ocultarse. Utilizó el mismo mecanismo, disolver el parlamento, que usó Fujimori en Perú en los años 90. Ya no hay excusa o argumento posible para seguir defendiendo a la dictadura de Maduro.

Decíamos esta misma semana que la toma de posición, tardía, muy tardía pero justa respecto a Venezuela, obligaba también a los actores políticos dentro del país a asumir su propia posición respecto al régimen venezolano. Los hubo como Ackerman y otros actores del entorno de Morena que salieron rápidamente a criticar la posición del gobierno mexicano y defender al régimen “agredido”. Hablaron de intervenir en asuntos de terceros países, de defender la autodeterminación de los pueblos, a Maduro y obviaron en todo momento que lo que se estaba reclamando, como se hizo alguna vez con Chile, con Argentina, con Uruguay, con Nicaragua, con El Salvador, era el respeto a los derechos humanos, sociales y políticos de una sociedad, vulnerados desde un gobierno dictatorial. Un gobierno que llegó al poder prometiendo que lo entregaría en cinco años y que lleva perpetuándose en él desde 1999, primero con Hugo Chávez (al que sólo la muerte le hizo abandonar el gobierno) y en los últimos cuatro años con Maduro.

Es hora de definiciones: ¿qué partidos, qué actores políticos siguen hoy, después del golpe de Estado, defendiendo a Maduro y su régimen?, ¿quiénes siguen identificándose con él y pensando que es un ejemplo revolucionario? Es hora de que se diga con toda claridad quién cree, desde la izquierda o la derecha, en un sistema liberal, abierto y democrático o quiénes son los que apuestan por el populismo que siempre termina siendo intolerante, reaccionario y autoritario, no importa bajo qué ropaje se presente.

Como las dictaduras de Centro y Sudamérica de los 70 y 80, la de Maduro debe ser condenada, debe liberar a los presos políticos, restablecer la división de Poderes y convocar a elecciones libres (y respetar los resultados). Eso es lo que exige, entre otras cosas, la carta de la OEA que suscribió México y que tanto indignó a estos personajes. Ellos, con Maduro, han abandonado también sus máscaras.

LA RED DEL FISCAL VEYTIA

El procurador general de la República, Raúl Cervantes, me decía ayer que había algo muy importante en la detención del fiscal de Nayarit, Édgar Veytia. No hubo intercambio de información alguno con Estados Unidos, como siempre ocurre cuando los delitos que se investigan tienen su origen en México. Eso quiere decir que la red que operaba el exfiscal la hacía dentro de los propios Estados Unidos o por lo menos ése es el tramo que tienen identificados los investigadores estadunidenses.

Veytia seguramente tenía lazos que le permitían manejar esa red estadunidense desde México, pero su caso permitirá saber cómo operan también esas redes del otro lado de la frontera…
si Estados Unidos comparte la información.

Fuente: Excelsior.com.mx

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