Por Yuriria Sierra
Donald Trump declaró una guerra. Lejos de China, Siria, Afganistán e Irak. Optó por un objetivo mucho más cercano: Estados Unidos. Y los próximos meses, más allá de la batalla que se anuncia camino a las urnas, ha optado por la pelea interna. La Casa Blanca ha lanzado ya sus primeras armas. Sabíamos que el llamado impeachment no sería fácil, incluso lo pensamos sumamente improbable, pero no anticipamos que estaríamos por ver un conflicto aún más álgido. Este proceso ya no se trata de ver quién tiene la razón, sino de quién es más fuerte, quién esquiva más golpes.
Ni Trump ni ningún otro funcionario de su gobierno participará en la investigación que busca dar forma al proceso de destitución. Nadie. Los demócratas no podrán llamar a nadie a testificar. Y si los llaman, todos tienen la orden de no acudir. Será la palabra de quienes acusan al presidente y los elementos que encuentren contra él y, como vemos, contra su ilimitada audacia.
El anuncio de esto salió ayer en una carta enviada desde Washington. Horas antes, la primera señal: el embajador de EUA en la Unión Europea, por orden de Trump, no pudo rendir su testimonio. Gordon Sondland, afirmaron los legisladores que no pudieron escucharlo, viajó a Estados Unidos de manera voluntaria para brindar testimonio.
Aunque no es directamente representante del país frente a Ucrania, es el encargado de la relación entre ambos países como favor pedido por Trump. Su conocimiento sobre aquella llamada entre su presidente y Volodímir Zelenski fue revelado en los mensajes de texto que hace unos días evidenciaron congresistas estadunidenses.
Según cuenta Yolanda Monge en El País, en otras comunicaciones electrónicas de Sondland, se sugiere que el gobierno de EU podía retener casi 400 millones de dólares para ayuda militar a menos que Ucrania accediera a la investigación de Joe Biden y su hijo.
Si por las buenas Trump se lo pedía a su homólogo en una llamada telefónica, por debajo de la mesa se armaba un Plan B. La idea era asegurar que tendría ayuda para debilitar la candidatura del demócrata favorito rumbo a la elección del próximo año.
Ahora, escudado en su interpretación de lo no constitucional, Trump se arropa. Ordena a sus funcionarios que no participen en la investigación. Una manera de retar a los demócratas, quienes tendrán que hacer muchísimo trabajo de investigación si desean, ya no digamos aprobar su destitución, tan sólo armar el expediente que lo sustente. Desde que Nancy Pelosi anunció su intención de llevar a Trump a juicio político, aquí lo dijimos en su momento, la salida del republicano de la Casa Blanca por el #UcraniaGate era asunto con pocas posibilidades, aunque en aquel entonces, porque se antojaba difícil la negociación con los senadores republicanos pues, de concretarse el proceso, serían ellos quienes tendrían la última palabra.
Hoy, el tema resulta más improbable aún. Aunque podrían argumentar obstrucción, lo cierto es que poco podrán hacer sin el testimonio de figuras clave. Por lo pronto, Pelosi respondió ayer a la carta enviada de Casa Blanca.
Remata: “Sr. Presidente, usted no está por encima de la ley. Tendrá que rendir cuentas…”. Aunque tal vez ni ella aún sabe cómo. Información Excelsior.com.mx