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¿Habrá cambios, y cuándo?

Por Ángel Verdugo

En otras ocasiones he comentado el tema con usted, tanto en este medio como en mi participación con Pascal Beltrán del Río en Imagen Informativa Primera Emisión; dicho tema no es otro, que el recambio de funcionarios que ocupan puestos de alto nivel, tanto en el Gabinete Legal como en el Ampliado.

Estas renovaciones son, en la era de las economías abiertas y la incorporación de casi todos los países del planeta a la globalidad, de lo más normal. Aquellos gabinetes que duraban en su encargo todo el gobierno del que los designó, parecen haberse ido para siempre. No únicamente en México sino en prácticamente todo el mundo, por diversas y variadas razones, el recambio de equipos es, como dije arriba, la nueva normalidad.

Sin embargo, si bien los cambios son normales y frecuentes, hay casos de gobernantes que, a pesar de las evidencias de la falta de experiencia y la incapacidad de un funcionario, deciden mantenerlo en el puesto más allá de toda prudencia, en detrimento de la eficiencia y buen desempeño del gobierno del cual forma parte.

¿A qué se debe esta conducta la cual, sin duda alguna, daña la imagen del gobernante? Las más de las veces se debe, ¡vaya razón!, al temor que el gobernante tiene de verse “débil” ante las presiones de grupos de poder fácticos o las de aquellos comentaristas y seudoanalistas que dicen —en un completo despropósito—, que ellos interpretan y representan la opinión pública.

También, hay otros gobernantes que suelen justificar su no decisión con un argumento por demás endeble: de ceder hoy, afirman, mañana tendrían que ceder también. La verdad es otra; no es un problema de ceder hoy y también tener que hacerlo mañana sino de la vena autoritaria que define, desde hace muchos años, a no pocos de los gobernantes en América Latina.

El cambio de un funcionario o de todo un gabinete es, antes de cualquier otra cosa, una decisión eminentemente política más que administrativa. Puede deberse a un reacomodo de las fuerzas que juegan en la escena política con un poder que es imposible desdeñar o, el cambio es obligado cuando las condiciones internas y externas han sufrido un cambio de magnitud y cualidad tal, que el ajuste es impostergable.

En México hemos tenido, casi siempre, gobernantes renuentes a realizar cambios por el temor de verse débiles; nuestros gobernantes gustan de parecer fuertes, no sujetos a presiones de diversos orígenes. Quizás el ejemplo más reciente de un gobernante así, haya sido Díaz Ordaz y diría el clásico, y así nos fue.

Se cuentan anécdotas de él que dejan en claro su talante de hombre fuerte al frente del poder; se habla de un secretario que en 1968, al final de su acuerdo le presenta su renuncia —allá por los primeros días del Movimiento del 68— y Díaz Ordaz, con el estilo que lo distinguió, le dijo: A mí, ningún tal por cual (pero más grosero) me renuncia. Más recientemente, en el gobierno de Peña, todo indicaba que los cambios, al margen de necesarios y obligados o no, le disgustaban.

Finalmente, los cambios del equipo cercano de todo gobernante deben hacerse en el momento políticamente oportuno; a veces hay que tomar la decisión cuando nadie la espera o, dejar pasar un tiempo para tomarla cuando él lo decida, no las presiones.

Ahora bien, dado lo antedicho, ¿qué podemos decir de lo que hemos visto del gobierno actual? Si a usted le preguntaren en relación con estos o aquellos cambios, ¿qué respondería? ¿Es usted de la idea de que López debió haberlos hecho desde hace meses, los debe hacer hoy o todos los funcionarios desempeñan su puesto con responsabilidad y alta eficiencia?

Ahora, le cambio la pregunta: ¿qué piensa usted, frente a estos poco más de 13 meses de gobierno, que hará López? ¿Realizará de inmediato cambios profundos en su equipo, o dejará las cosas como están y esperará tiempos políticos propicios?

Por otra parte, ¿qué podemos decir de los efectos que tendría en la gobernación un cambio pospuesto? ¿Puede posponerse por siempre o, los daños en eficiencia e imagen hacen obligado el despido inmediato? Si usted fuere hoy el Presidente, ¿cómo procedería? ¿Seguiría con los mismos de manera indefinida, o estaría pensando ya en cambios urgentes porque la situación lo amerita?

Como podrá darse cuenta, gobernar es todo menos algo fácil; finalmente, decida o no remover a uno o a todo el equipo, siempre dejará a no pocos molestos, y a otros contentos. Así es la gobernación.Información Excelsior.com.mx

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