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Hasta la amapola: démodé

Por Yuriria Sierra

La urgencia estaba ahí desde hace meses, por decir años: la demanda bajó, la oferta se mantuvo y poco a poco perece; la ventana de oportunidad para convertir el cultivo en el negocio (que sería, además, humanitario) de la amapola medicinal se va, se fue rápidamente a otro lado. No hablamos de ningún sector económico legal, debería serlo, por el contrario, nos referimos a una de varias vertientes del narcotráfico. La amapola, que fue joya de la corona en la zona de Tierra Caliente por años, la responsable de la lucha de plazas, ha dejado de tener ese brillo comercial que la hizo un producto de alta demanda: “México es ya el principal productor de amapola y opiáceos a nivel global. Desplazó a Myanmar y a Afganistán en los últimos dos años (…) Siete mil millones de dólares. Eso vale el mercado de amapola en Iguala (…) Según la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de la ONU: en 2017, en México se erradicaron 418 mil hectáreas en las que se sembraron más de 10 mil 500 toneladas de amapola, esto es un 37% más respecto a 2016 y 57% más respecto a 2012 (…) Según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, 2017 se convirtió en el año con mayor cultivo de amapola desde 1930…”, escribí en este espacio apenas en julio pasado. En ese entonces, se anunció la voluntad del entonces próximo gobierno, en voz de Olga Sánchez Cordero, a revisar la legalización de la mariguana como un primer paso, pero sin soltar otras drogas, como las que se producen a partir de los opiáceos y que ya son consideradas un problema de salud pública en EU.

Ocho meses después, la amapola dejó de ser el mayor problema, desde entonces se empezaron a prender los focos por el fentanilo, una droga 50 veces más poderosa que la heroína, un opioide sintético que sólo ve en nuestro país una parada en el tránsito de China y Hong Kong a su destino final, nuestro vecino al norte. Hace un mes, la Administración General de Aduanas y Comercio Exterior informó que los puertos de Lázaro Cárdenas y Manzanillo son las principales puertas de entrada de esta droga; pero no sólo llega por mar, también los aeropuertos de CDMX, Guadalajara y Cancún son caminos de paso.

México no es productor, sólo ruta de transporte. El aumento en el tráfico se multiplicó a tal grado que, según autoridades de Estados Unidos, en 2013 decomisaron apenas un kilogramo; tres años después, la cifra se elevó a 200 kilos, toda proveniente de China. En enero pasado, en sólo un operativo en Arizona, la cantidad rebasó los 110 kilos. El 75% de los decomisos se hacen en la frontera de Tijuana, según un análisis de InSight Crime. La DEA estima que con un solo kilo de fentanilo en polvo producen un millón de pastillas de un miligramo, mismas que se venden entre 10 y 20 dólares. Hagamos cuentas.

Así, el aumento del tráfico de fentanilo rebasa el valor del mercado de la amapola mexicana. El problema es que con ello no sólo se abren ventanas para el crimen organizado, sino que también muchas comunidades en la sierra guerrerense, por decir algo, pierden su principal mercado, pues en muchas localidades viven gracias al cultivo. Mientras tanto, en lo que el mercado ilegal dicta su propio rumbo, en México avanzamos lentísimo al respecto. La Cofepris suspendió los lineamientos para las empresas que deseen comercializar productos elaborados a partir de la cannabis. En próximos días habrá de iniciar la discusión en torno a su legalización. Tal vez, también se hable de la amapola. Tal vez. Otra vez llegamos tarde a un debate necesario que sirva como nuevo pilar de una estrategia contra las grandes organizaciones del crimen que aún permanece difusa, con todo y la Guardia Nacional. Información Excelsior.com.mx

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