Por Armando Ríos PiterPor una #SociedadHorizontal
La pregunta está en el aire: ¿es un buen negocio la compra de plantas eléctricas a Iberdrola, de la que habló recientemente el presidente López Obrador? Diversos expertos han señalado que la compra de 13 plantas de energía eléctrica, cuya operación está valuada en 6,000 millones de dólares, es irrelevante, toda vez que la capacidad instalada para generar energía —8.539 MW entre ciclos combinados de gas y eólicos— no se modificará, debido a que sólo cambiará de un privado a la Comisión Federal de Electricidad.
Sin embargo, el presidente López Obrador ha declarado, con gran ánimo, que la CFE pasará a generar un 55.5% del total de la energía eléctrica del país. El mandatario incluso ha subrayado que la transacción tiene la dimensión de “una nueva nacionalización”. Más allá de la capitalización política de la decisión, vale la pena analizar la decisión en la mayoría de sus ángulos.
A primera vista, todo indica que la empresa española sacó un buen trato. Obtuvieron una buena negociación en cuanto a precio, se orientan a depurar su portafolio y enfocarlo a energías renovables. Adicionalmente, lograron salirse de la operación bajo el régimen de Productores Independientes de Energía contratados con la CFE, con lo cual se alejan de la incertidumbre que vivieron durante la actual administración. Por último, la fotografía de López Obrador con Ignacio Sánchez Galán, presidente global de Iberdrola, seguramente cerrará un episodio de continuos señalamientos matutinos contra la empresa.
Aunque ha habido críticas de la oposición sobre el costo que habrá para los contribuyentes o si las plantas ya son muy viejas, lo cierto es que aún hay detalles sin aclarar de la transacción, toda vez que está pendiente de conocerse el destino de los contratos firmados con usuarios y con la propia CFE, así como la manera en que habrán de operarse las plantas, se requiere precisar por parte de la SHCP, de qué forma participará el Fondo Nacional de Infraestructura de México (Fonadin) en la operación del fideicomiso y saber si otras fuentes gubernamentales estarán involucradas. Voces como la de Severo López Mestre ayudan a entender con mayor precisión el costo de oportunidad que implica la decisión tomada. El experto subraya que el negocio hoy no está en generación, sino en almacenamiento. Además, señala que las ganancias crecientemente se ubican en energía eólica o solar y no en ciclo combinado. En este contexto, la pregunta relevante sería ¿permitirá esta decisión producir energía más limpia y más barata?
El discurso público y la apuesta gubernamental se han centrado más en la seguridad energética nacional que en la competitividad del modelo de producción. El objetivo —han dicho— es garantizar la estabilidad en los precios y evitar afectaciones a los mismos, como ocurrió recientemente en Europa. Sin embargo, más allá de la discusión técnica sobre la viabilidad o no de estos objetivos, la decisión le sirve a AMLO para distanciarse del pasado y presentar una visión diferente para México. Por ello le es tan importante subrayar la “gesta histórica”. Regresarles a las empresas públicas su ubicación como “nodo central”, convertirlas en el “eje rector” de la producción de energía en el país, les ayuda a convocar a sus seguidores a mantener la trascendencia de la transformación.
Es indispensable tener presente que el debate real en estos momentos es cómo garantizar que, ante la creciente demanda que hoy existe en diversas ciudades provocada por el fenómeno del nearshoring, México logre suministrar energía eléctrica suficiente, de manera continua y accesible. Lo cierto es que no está clara aún la manera en que este anuncio atenderá a estas necesidades prioritarias.
Hoy que México podría aprovechar que se encuentra en la antesala de meterse de lleno como jugador global, especialmente en el contexto de la competencia China con Estados Unidos, las decisiones que tome esta administración en materia energética no sólo deberían acudir al indispensable simbolismo que proyecta ser un país para “todos los mexicanos”. Es indispensable recordar que el “éxito declarativo” de corto plazo sólo perdura en el tiempo, cuando las decisiones echan buenas raíces para el crecimiento y el desarrollo de largo plazo. Esa visión es la que debe exigir la #SociedadHorizontal. La que hace que los estadistas trasciendan, mucho más allá del momento en que detentan el poder. Información Excelsior.com.mx