Por
Sí, soy vulnerable, como todos, pero no frágil, como muchos.
Florestán.
Cuando ayer escribí aquí que es una obligación del Estado Mexicano a través del gobierno dar protección y seguridad a Xóchitl Gálvez como precandidata y objeto del mal de López Obrador, nunca falta un ofrecido, no me refería solo a ella sino a todos los aspirantes de todos los colores.
¿Por qué insisto en este tema? Primero, porque está como nunca la presencia, fuerza e intereses del crimen organizado que así como ha intervenido en elecciones locales, lo hará en las federales, no diciendo quién sí, pero pudiendo señalar violentamente a quién no y alterar proceso, marcha y gobierno del país. Y segundo, porque como reportero fui testigo de privilegio, así es este oficio, del asesinato de Luis Donaldo Colosio, el 23 de marzo de 1994, lo que fue un vuelco en aquel México que no se rompió porque era otro país y no existía la polarización ni los niveles de violencia criminal que hoy vivimos.
Entiendo que no puede cuidar a todos, pero no se trata de todos, si no de aquellos con posibilidades reales y cuya ausencia violenta crearía una crisis no vista en México, muy lejana y mucho más grave a la de aquel 1994 que, quieran o no, manejó y superó Carlos Salinas.
Y hoy aquí estamos en el peor de los mundos: que López Obrador no les quiera dar protección o que, ofreciéndoselas, la rechacen con el mismo argumento de la desconfianza que él manejó como candidato, diciendo de las fuerzas armadas lo que hoy niega y ensalza.
En fin, que cuando hoy superamos los 161 mil asesinatos en lo que va de este gobierno y la violencia es una constante en todos los niveles, ni el gobierno ni los precandidatos pueden eludir el tema de la seguridad personal porque una cosa es la valentía y otro el arrojo publicitario.
Y no es sólo el allá ellos, no, es mucho más; es el acá nosotros.
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