Por Yuriria Sierra
Nos complace la autodestrucción y ni siquiera lo sabemos, quiero pensar. Nuestra tendencia hacia ella está inconscientemente sostenida en nuestra ignorante convicción de asumirnos invencibles. Lo pensamos cuando leemos titulares como “Planeta, en riesgo de entrar en estada efecto invernadero”. ¿La Tierra tendría cuatro o cinco grados más de temperatura a causa de la emisión de dióxido de carbono? Si tenemos interés, tal vez le encontremos sentido a la frase. De lo contrario, el titular queda sólo como una alerta exagerada de científicos, organizaciones y medios que, tal vez, buscan desviar la atención de lo que “realmente” es importante y pasamos de largo. Ahora mismo, habrá quien haya leído estas líneas –o quien ni siquiera acabó de leerlas– y haya pensado: uff, qué flojera, otro speech sobre el cuidado del planeta. Así de invencibles nos creemos. No asimilamos que dejar una luz prendida contribuye, igual que el uso indiscriminado del auto, a la emisión de esos gases que aumentan la temperatura. Invencibles porque no encontramos ni relación ni responsabilidad entre nuestra lámpara de noche y una camioneta de transporte.
Invencibles cuando nos dicen que en 2030, la CDMX sufrirá su primera gran crisis de suministro de agua; invencibles porque corremos al grifo, giramos la llave, vemos el chorro caer y pensamos que será así siempre; no empatizamos con que la falta de agua es una realidad diaria en varias zonas de la capital y al interior del país. El Banco Mundial pronostica que dentro de once años nuestro sistema de aguas sólo podrá abastecer el 50% de los hogares. Invencibles porque pensamos que eso no nos va a afectar.
Invencibles cuando creemos que un popote o una bolsa en el supermercado no hacen la diferencia. Invencibles porque no reparamos que ese inofensivo popote se junta con otros que tiran quienes creen que es exagerado prohibir su uso, aunque al año se junten 24 mil toneladas de ellos en nuestro país. Invencibles porque no pensamos que no sólo son los popotes los que ponen en peligro a las especies, son también el resto de desechos que, por ejemplo, el fin de semana pasado fueron 400 toneladas únicamente en Acapulco.
Invencibles cuando leímos que las jirafas están en peligro de extinción y sólo vemos como anécdota que las 200 mil abejas de Notre Dame se salvaron del fuego, ¿pues qué importancia tienen esos molestos insectos en nuestra vida? Invencibles, porque no sabemos que tan sólo en Europa, 4 mil variedades de vegetales existen gracias al trabajo de polinización de las abejas.
Así de ridículos nos vemos. Creyendo siempre que por encima del planeta estamos nosotros, los seres humanos, cuando en realidad estamos nosotros gracias a que existe todo el resto. Y lo peligroso no es que no sólo a nivel personal es tema pendiente sino que también los gobiernos del mundo no pasan de las reuniones y la agenda.
En el marco del Día de la Tierra (¿se enteró?), la Comisión Nacional de Derechos Humanos hizo un llamado al gobierno de México para que detalle sus políticas sobre energía (más allá de la nueva refinería), disposición de residuos urbanos, calidad del aire (¿qué tal la contingencia de Semana Santa?) y la deforestación (¿ya hay estudios de impacto del Tren Maya?). En junio pasado, un mes antes de la elección, AMLO presentó “NaturAMLO”, su proyecto en materia de medio ambiente. Invencibles, porque nos basta a lo mucho con una alerta, con un falso compromiso para sentir que estamos cumpliendo con el cuidado de ésta, nuestra única casa. Información Excelsior.com.mx