Hoy es el pilar de la defensa de Chivas, una de las menos goleadas en el Clausura 2019, y de cara a la semana de los dos Clásicos ante América, Jair Pereira no olvida sus orígenes como lavador de pisos y alfombras.
Su camino fue largo antes de debutar en Primera (lo hizo hasta a los 25 años), pues llegó a trabajar de noche en un restaurante de la Ciudad de México ya que no tenía sueldo en el Atlante, el primer equipo al que llegó para probar suerte luego de dejar su casa en Cuautla, Morelos, a los 16 años.
“Cada vez que paso por un momento difícil trato de recordar aquellos momentos donde me sentía solo, donde supe que me aventé una historia casi casi con las dos manos atrás porque no tenía nada”, recordó a Mediotiempo.
“Me tocó pasar hambre, obviamente no tenía un lugar bien donde dormir, sí fueron momentos bastante complicados que para poder emprender un trabajo nadie me contrataba, porque finalmente tenía que entrenar en las mañanas”.
La fuerza que le llevó a aguantar su doble vida, con todo el desgaste que le implicaba ser empleado y futbolista en formación, se la daba la alegría de los entrenamientos.
“Entrenábamos a las 9 de la mañana, entonces toda la madrugada y la noche te la pasabas trabajando y no era un trabajo así como si no hicieras nada, finalmente era lavar pisos de rodillas, lavar sillas, alfombras”, relató.
“Pero cuando uno tenía esa ilusión y esas ganas, la verdad esperabas que llegara el día del entrenamiento para ir a divertirte; esa era la ilusión que siempre tenía y tenía toda la tarde para descansar, pero era eso o era no comer”.
METRO PANTITLÁN, CIUDAD NEZA… Y PRIMERA DIVISIÓN
Pereira está a 17 partidos de llegar a los 200 en Primera y esta semana es clave, pues el miércoles enfrentará a las Águilas por los Cuartos de Final de la Copa MX para luego recibir en el Akron al mismo rival el sábado por la Jornada 11 de la Liga MX, donde el Rebaño ha admitido 9 tantos en 10 juegos para ser la tercera mejor zaga del torneo. Esos partidos serán su ocupación esta semana, con 32 años de edad, sin dejar de valorar sus largos trajines.
“Cuando empecé en México, que me fui de mi casa a los 16 años, trabajaba de 12 de la noche a 6 de la mañana. A las 6 y media tenía que salir del restaurante porque a las 7 empezaban los servicios y desde las 7 me ponía en una parada de camión, agarraba el Metro y transbordaba hasta Pantitlán, de Pantitlán hasta Neza, era la verdad todo un rollo, pero al final valió la pena”, mencionó.
Tras picar piedra en el Ascenso con Tampico Madero y Cruz Azul, la oportunidad en Primera le llegó en el Apertura 2011, para tres años después emigrar al Rebaño y convertirse en consentido.
“En Atlante nos dieron más o menos un lugar donde dormir, no era tampoco el adecuado, pero siempre agradecido porque pude haber dormido en la calle y mínimo te dieron ese gran apoyo, así como otras familias que siempre me tendieron la mano. Eso jamás se me olvida”, agregó.
“Gracias a Dios me dio ese carácter y me puso gente indicada que me dio trabajo para poder llevar ese alimento a la boca, estoy agradecido por cada situación que me tocó vivir y la verdad que aprendí bastante”. Información Medio Tiempo