Por Pascal Beltrán del Rio
La semana pasada, horas antes de que venciera la extensión del plazo que había dado a la Unión Europea, México y Canadá para aplicar aranceles a sus exportaciones de acero y aluminio hacia Estados Unidos, el presidente de ese país, Donald Trump, puso a girar las ruedas de una potencial guerra comercial.
Escribí aquí el viernes pasado que era imposible interpretar su decisión como económica y que era necesario hacerlo desde la óptica política.
Evidentemente, Trump quiere mantener en manos del Partido Republicano –el que capturó para hacerse de su candidatura presidencial en 2016– la mayoría de ambas Cámaras del Congreso, lo cual estará en juego en las elecciones legislativas intermedias del 6 de noviembre.
La apuesta de Trump es solidificar la base electoral que lo llevó a la Casa Blanca, pero también conservar en manos republicanas los distritos y estados con que ya cuenta ese partido en la Cámara de Representantes y el Senado.
Para Trump, tener una mayoría republicana en ambas cámaras no es sólo un tema de orgullo personal –sin duda los comicios tendrán un claro carácter plebiscitario sobre su gobierno–, sino quizá un asunto de vida o muerte política, por si las acusaciones que enfrenta por interferencia extranjera en las elecciones de hace dos años y obstrucción de justicia se convirtieran en la base de una acusación formal.
Ya sabremos si su cálculo fue el correcto, pero, con la decisión de imponer aranceles a sus socios y aliados europeos y norteamericanos, Trump corre el riesgo de perder algunos distritos y estados a cambio de retener otros.
Ayer, la Secretaría de Economía de México dio a conocer la lista de aranceles que corresponderán a productos estadunidenses en respuesta a las medidas proteccionistas tomadas por Trump.
Éstos incluyen la carne de cerdo, de la cual México importó el año pasado mil 500 millones de dólares. Una parte importante provino del estado de Iowa. El arancel de 20% anunciado por México podría significar pérdidas para los productores de Iowa por 560 millones de dólares, de acuerdo con una nota que publicó el viernes el diario Des Moines Register.
Iowa suele votar por el ganador de los comicios presidenciales. De 43 procesos, en 32 ha atinado al ganador, incluidos los cuatro más recientes. En Iowa, Donald Trump ganó por 51.2% de los votos contra 41.7% de Hillary Clinton.
Los republicanos también tienen en su poder tres de los cuatro distritos de la Cámara de Representantes que le tocan al estado.
De acuerdo con información que publicó ayer Excélsior, México tiene firmados protocolos sanitarios con 11 países para importar carne de cerdo, por lo que podría encontrar sin problema otros mercados para surtirse, además de que la Secretaría de Economía liberó cupos para facilitar la sustitución.
Los criadores de Iowa, en cambio, van a sufrir para colocar su producto, pues apenas en abril China impuso un arancel de 25% a sus exportaciones, lo que ya había significado un golpe a la economía local.
Todavía es temprano para saber qué repercusiones tendrán las medidas espejo impuestas por México, Canadá y la Unión Europea en las elecciones que tendrán lugar dentro de cinco meses. Pero al menos parece que el Presidente estadunidense está jugando con fuego.
Cuando digo que no hay una lógica económica ni comercial detrás de su decisión me refiero a que su defensa del sector acerero de su país podría causar un mayor daño que alivio a sus compatriotas.
Es verdad que la producción de acero de Estados Unidos se ha visto afectada por la competencia exterior. Pero sólo en parte.
La principal razón, dice la connotada académica Susan Ariel Aaronson en un artículo para la revista canadiense McClean’s, es la sobreoferta.
“Los consumidores están cambiando el acero por plásticos de alta tecnología. En lugar de enfrentar este problema mediante negociaciones o políticas compensatorias, el gobierno de Trump ha recurrido a los aranceles (…) Pero los aranceles no pueden resolver el problema de raíz de la sobreoferta de acero. Trump actuó así pese a una amplia oposición de los republicanos en el Capitolio, buena parte de la comunidad de negocios, muchos economistas, socios comerciales clave y su secretario de Defensa. Al hacerlo, Trump mostró que entiende poco sobre los efectos directos e indirectos del proteccionismo sobre la economía, las relaciones internacionales y la confianza”.
A ver si por ganar un puñado de distritos electorales en noviembre, Trump no acaba con las premisas del libre comercio mundial. Información Excelsior.com.mx