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La batalla por Roma

Por: Pascal Beltrán del Rio

El lunes 13 de marzo se cumplirán cuatro años de la llegada del argentino Jorge Mario Bergoglio al trono de San Pedro.

El primer Papa nacido en las Américas arribó al Vaticano con una clara agenda de cambio.

Tras de adoptar el nombre de Francisco, se propuso reformar la Iglesia desde lo simbólico hasta lo profundo.

Casi cuatro años después, nadie puede acusar a este Papa de hipócrita. Se rehusó a habitar el ostentoso palacio que habían ocupado sus antecesores y se instaló en la modesta casa de Santa Marta. Su primera gira como Pontífice lo llevó a la isla mediterránea de Lampedusa, desde donde lanzó un dramático llamado a tomar conciencia de la tragedia de los migrantes.

Asimismo, Francisco ha nombrado prelados que comulgan con su visión misericordiosa del catolicismo, con la encomienda de reveritir el alejamiento de la Iglesia respecto de sus fieles.

Sin embargo, en su lucha principal por imprimir el cambio en la institución milenaria que encabeza, Francisco poco ha podido avanzar: la transformación de la Curia Romana, el conjunto de órganos de gobierno de la Santa Sede y la Iglesia católica.

En sucesivas reuniones con la burocracia vaticana, celebradas cada fin de año desde que se inició su Papado, Francisco ha dejado asentada su intención de erradicar los vicios que observa en el gobierno de la Iglesia.

Marcadamente, ha exigido a los miembros de la Curia un “cambio de mentalidad”, a fin de que dejen de sentirse “señores de la casa, superiores a todos y a todo” y se curen de la “enfermedad” de creerse “inmortales y esenciales”.

Unas veces lo ha intentado mediante la persuasión fraterna y otras, con un discurso que raya en el regaño. Pero, año tras año, Francisco se ha topado con una férrea resistencia.

Por ejemplo, su deseo de abrir la Iglesia a los homosexuales y a los divorciados ha causado una rebelión entre algunos obispos, que incluso se ha ventilado públicamente.

La mayor prueba de las limitaciones del Pontífice para hacer frente a la Curia apareció esta semana, cuando la mujer designada por él para encabezar la lucha contra la pederastia renunció a su cargo alegando obstáculos por parte de la Curia.

Si algún tema afectaba a la Iglesia hace cuatro años —cuando inopinadamente renunció a su cargo Benedicto XVI, el predecesor de Francisco— era el de las agresiones sexuales de prelados de la Iglesia contra feligreses.

A cargo de la tarea de cerrar la herida del abuso sexual en la Iglesia, el Papa colocó a una víctima de la pederastia, la irlandesa Marie Collins, quien fue violada por un sacerdote cuando era adolescente.

La renuncia irrevocable de Collins, quien había sido nombrada por Francisco en 2014, es un golpe muy duro a la credibilidad de las reformas que impulsa el Papa. Esta mujer laica, que se casó y tiene hijos, ha sido una de las voces más reconocidas en el mundo por la denuncia que ha hecho de los abusos por parte de clérigos católicos, un escándalo particularmente serio en su país y que resultó devastador para la Iglesia.

La dimisión fue dada a conocer por el cardenal estadunidense Sean O’Malley, quien encabeza la comisión pontificia sobre abusos, cuyo propósito es sentar las bases para que este tipo de hechos no se repitan.

En un artículo publicado en internet, Collins explicó que tiraba la toalla por la oposición de partes clave de la Curia, como la Congregación para la Doctrina de la Fe, que encabeza el cardenal alemán Gerhard Ludwig Müller. De acuerdo con ella, la Congregación debía crear un tribunal para juzgar a obispos negligentes en la persecución de la pederastia, pero esto no se llevó a cabo. Tampoco fue aceptada su propuesta de que las cartas de las víctimas de abuso fuesen respondidas por el Vaticano.

A reserva de lo que haga Francisco para que la investigación de los abusos no se empantane, parece que el Pontífice ha encontrado en la Curia un hueso muy duro de roer.

El tradicionalismo que el Papa se propuso cambiar, o al menos moderar, se ha atrincherado contra sus pretensiones.

Lo que estamos presenciando es una batalla por la Iglesia que prevalecerá en los años por venir. Información Excelsior.com.mx

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