Por Pascal Beltrán del Río
Mientras el mundo entra nuevamente en alerta sanitaria por la aparición de la variante ómicron del coronavirus, el gobierno de México persiste en desestimar los riesgos de la epidemia.
El sábado pasado, el subsecretario Hugo López-Gatell calificó como “desproporcionada” la preocupación internacional sobre la variante. “No se ha demostrado que sea más virulenta ni que evada la respuesta inmune inducida por las vacunas”, publicó el funcionario en su cuenta de Twitter.
Apenas horas antes, el primer ministro británico Boris Johnson había encabezado una conferencia de prensa, acompañado de sus principales asesores científicos, para anunciar las nuevas medidas sanitarias que se impondrán en su país.
Pero en México, como dijera el gran Clavillazo, la cosa es calmada. Nuestro país mantendrá su política de puertas abiertas para visitantes internacionales.
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“Las restricciones de viajes o cierres de fronteras son medidas poco útiles; afectan la economía y el bienestar de los pueblos”, agregó en su tuit López-Gatell, repitiendo la postura del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Durante el surgimiento de la variante delta, el subsecretario actuó con el mismo desparpajo. El 27 de julio, en pleno ascenso de la tercera ola de covid, afirmó que ninguna de las variantes, “ni siquiera la delta, se ha demostrado que sea más agresiva”.
Si bien es cierto que la tercera ola no mató a tantos mexicanos como la segunda –70 mil decesos contra 110 mil, en números oficiales–, no se puede decir que haya sido anodina.
Pero recordemos que López-Gatell es el funcionario que se fue de vacaciones a la playa en pleno pico de la segunda ola, cuando había pedido a los mexicanos evitar los desplazamientos internos.
También es el mismo que calculó que el peor escenario que enfrentaría México por la enfermedad sería de 60 mil muertos, cuando la estadística oficial –que no la real– está a punto de llegar al quíntuple de esa cifra.
México tuvo la oportunidad de controlar la expansión de la variante delta –que ahora representa más de 99% de los casos activos en el país– luego de que apareció por primera vez en San Luis Potosí durante el mes de febrero. Allí las autoridades locales contuvieron rápidamente el brote, ocurrido en una sesión de capacitación de una empresa.
La amenaza no llevó a las autoridades a ejercer un mayor control en las fronteras. México se mantuvo abierto y los casos de delta comenzaron a multiplicarse en centros turísticos como Cancún, Los Cabos, Mazatlán y Puerto Vallarta.
Paseantes mexicanos que visitaron esos destinos durante el fin de la primavera y el inicio del verano, y tuvieron contacto con turistas extranjeros contagiados, llevaron el virus a distintas partes del país y el repunte comenzó a manifestarse en lugares como Puebla, La Laguna y el valle de México.
De un promedio de casos nuevos de 2 mil 146 que México tenía el 20 de mayo, se subió a 18 mil 587 para el 16 de agosto, en el pico de la ola. Ésta terminó a mediados de noviembre con un acumulado de un millón 500 mil contagios (39% del total de la epidemia) y 70 mil muertes (23% del total).
Ahora, con ómicron –variante con número récord de mutaciones–, México comete el mismo error. De acuerdo con el sitio web de viajes Kayak, somos uno de sólo siete países del mundo totalmente abiertos, en los que no se piden ni vacunas ni pruebas a los visitantes (los otros son Colombia, Costa Rica, Dinamarca, El Salvador, Marruecos y República Dominicana). En cambio, hay 167 abiertos con restricciones y 52 cerrados.
En México, en lugar de actuar preventivamente, se ha preferido evitar la información sobre la posibilidad de un repunte de covid, que ya empieza a notarse en los estados del norte.
Recordemos que hace unos cuantos días, el secretario de Salud, Jorge Alcocer, al participar en un seminario de salud mental, habló de indicios de una cuarta ola, pero pidió que sus comentarios no trascendieran a los medios de comunicación.
El mundo puede estar sonando las alarmas, pero en México –país que apenas tiene 51% de su población completamente vacunada– está convocada una reunión a Zócalo lleno para que el presidente López Obrador pueda festejar el tercer aniversario de su llegada al poder. ¡Pura vida, ahí nomás!
Información Excelsior.com.mx