Por: Jorge Fernández Menéndez
Los tuits borrados, demasiado tarde, por la embajada de Venezuela en México son pecata minuta, algo menor para confirmar que la relación entre el régimen chavista y López Obrador y sus operadores, es añeja. En el libro Calderón presidente (Grijalbo, 2007) contamos en un largo capítulo una historia que refleja esa relación.
“El 5 de septiembre (del 2006), unas horas antes de que ese mismo día, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación declarara formalmente Presidente electo a Felipe Calderón, una joven llegaba al aeropuerto de la Ciudad de México con pasaporte venezolano. Las autoridades de migración y de la Policía Federal en el aeropuerto, la detuvieron porque no había datos de ingresos anteriores y porque presumían que podía transportar drogas o ser contacto de algún grupo de la delincuencia organizada. Era una detención de rutina… pero la joven en cuestión no era un caso de rutina: se puso muy nerviosa, exigió que no la esculcaran ni que se revisara su equipaje alegando inmunidad diplomática y, finalmente, terminó pidiendo la intervención de la embajada de su país, Venezuela.
“Hasta allí, continúa el relato, todo era relativamente normal, lo que hizo el caso diferente fue que la joven aseguró que era María Gabriela Chávez, hija del primer matrimonio del presidente Hugo Chávez (la otra hija de ese matrimonio se llama Rosa Virginia), una joven de toda la confianza política de su padre (ella fue, por ejemplo, la única que habló con su padre durante su corta reclusión post golpe y quien organizó la resistencia del chavismo ante el golpe que lo había derrocado en el 2001), quien viajaba a México con documentos a nombre de otra persona. Aseguró que venía en una visita privada y que viajaba de esa forma por cuestiones de seguridad.
“Llegaron al aeropuerto las autoridades venezolanas y después de las consultas pertinentes en Caracas, María Gabriela Chávez fue dejada en libertad. Estuvo en México menos de una semana y según la información disponible, sin una confirmación oficial, pero según fuentes inobjetables, viajó a un par de puntos de la República mexicana y se reunió con varios operadores de la Coalición por el Bien de Todos (que era la que respaldó en 2006 la candidatura de López Obrador).
“El hecho fue entendido, desde el poder, como la búsqueda de una comunicación directa del presidente Chávez con López Obrador, siendo Chávez, además, el único mandatario que no reconocía oficialmente el triunfo de Felipe Calderón…Nunca se divulgó públicamente la información para no tensar más la situación política y la relación bilateral con el gobierno de Venezuela, ya sumamente deteriorada”.
Hay más en el libro, pero la relación ya existía desde entonces, incluso en forma mucho más abierta que ahora. Había comités chavistas en varias universidades, incluyendo la UNAM; en las sedes de la Coalición y del Partido de la Revolución Democrática se daban charlas cotidianas sobre la revolución bolivariana. En el Zócalo de la Ciudad de México se regalaban ejemplares del libro de Chávez sobre su revolución. Había dirigentes como Camilo Valenzuela y muchos otros que defendían y alababan públicamente al chavismo, como hasta el día de hoy lo siguen haciendo muchos de los principales integrantes del entorno de López Obrador. En esos días, además, el chavismo estaba en sus horas altas, lejos del desprestigio nacional e internacional en que lo ha sumido su sucesor, Nicolás Maduro. Tenía entonces y lo sigue teniendo hoy, pese a la represión y el deterioro económico en que ha sumido a su país, respaldo abierto de los medios que simpatizan con el candidato de Morena, como el periódico La Jornada y buena parte de sus articulistas y columnistas.
No era una excepción: el régimen venezolano ha apoyado y apoya numerosos movimientos políticos en el continente (ahora menos porque no hay dinero y sí mucho deterioro, antes contaban con el carisma y populismo de Chávez, ahora no pueden exhibir la ignorancia y la represión de Maduro). Hoy es un desastre, pero hace poco más de una década exportaron la Revolución Bolivariana a casi todo el continente. Hoy los regímenes que impulsaron y financiaron viven serias crisis políticas y económicas (salvo la Bolivia de Evo Morales, sostenida por el alto precio de los minerales), hace una década Venezuela les regalaba petróleo.
Esto no tiene nada que ver con la autodeterminación de los pueblos, como dice otro que era un entusiasta de la revolución bolivariana, Martí Batres. López Obrador y Morena no han tenido prurito alguno en elogiar a la Cuba de los Castro, o criticar al gobierno Estados Unidos o a todos los que en 2006 reconocieron la victoria de Calderón, e incluso sus aliados del PT son nada más y nada menos que fervientes admiradores del régimen de Corea del Norte, quizás el más dictatorial del mundo contemporáneo, al que no se cansan de colmar de elogios. Hoy no quieren verse asociados con el régimen venezolano, a pesar del apoyo político recíproco, porque simplemente estar cerca de Maduro desprestigia y ofrece un espejo que nos muestra hacia dónde nos quieren llevar. Información Excelsior.com.mx