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Claudia Sheinbaum lució incómoda durante su inicio de campaña en el Zócalo de la Ciudad de México, al grado de que cometió sus dos primeros errores electorales.
El primero fue un breve jaloneo con Clara Brugada, candidata de Morena a la Jefatura de Gobierno. Los que se dedican a la política saben que los saludos políticos siempre se acompañan con un fuerte apretón de manos; la imposición del distanciamiento o la cercanía con el interlocutor (o interlocutora en este caso), y hasta con palmadas en la espalda con diferentes grados de uso de la fuerza. Todo esto varía dependiendo el mensaje que se le quiere mandar a la contraparte, por ejemplo, la cercanía o el sometimiento.
Este performance suele pasar inadvertido salvo para quienes se dedican al oficio de la política o algunos observadores, y en general no tiene demasiada importancia, pero, en esta ocasión, la rudeza en la interacción entre ambas candidatas fue demasiado obvia, tanto que hasta la cámara de Epigmenio Ibarra captó la tensión.
¿Qué antecede a la tensión? Probablemente que la candidata a la Presidencia no ha olvidado el vacío en el Estadio Azul que, según algunos, Brugada le provocó en la búsqueda de la candidatura a la Jefatura de Gobierno. Sin embargo, sin duda, fue un gesto excesivo, más tratándose de un evento masivo y de su propia fiesta.
Precisamente, las fiestas pueden resultar más incómodas para los festejados que para los invitados, más aún cuando la organización está a cargo de otras personas. El mítin estaba diseñado como los que se hacían para Andrés Manuel López Obrador, pero la historia de Sheinbaum no es la del templete, sino la de la oficina gubernamental o la académica. Tampoco es la de la arenga y los refranes, sino la de los mensajes estructurados y girar instrucciones. Mucho menos es la de seguir un guión impuesto, su historia es la del control y la elaboración del pliego petitorio.
Para alcanzar la Presidencia Claudia Sheinbaum ha renunciado a su autonomía, esa que le gusta y que le ha llevado a que la llamen la Jefa. Lo central de su discurso era la agenda que le impuso el presidente, por eso todo se centra en el humanismo mexicano (lo que sea que eso signifique); las transferencias, la austeridad y el correcto uso de las finanzas. La agenda de la izquierda, que es parte de la historia de Sheinbaum, se asoma tímidamente en algunos puntos, al igual que la agenda técnica y académica.
Quizás por esta incomodidad, por llevar años apostando a aparentar quien no es, cometió un segundo error: confundió corrupción con transformación, y se comprometió a que con su triunfo seguiría la primera. En mi opinión, los errores son importantes por lo que muestran, una incómoda Claudia Sheinbaum caminando hacia el poder con imposiciones programáticas, discursivas, políticas y hasta de nombramientos.
La naturaleza del poder nos hace pensar que, en caso de ganar, recuperará el control de muchas cosas. El asunto es si para entonces no estará ya demasiado fragmentado el poder; si los nombramientos ya en su cargo no tendrán un importante poder de veto, o si, para afianzar su liderazgo no tendrá que confrontarse con el viejo poder de Presidencia.
Por el momento, la incomodidad es cada vez más evidente y seguramente aumentará en los siguientes meses.
Información Radio Fórmula