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La magia no cabe en la gobernación

Por Ángel Verdugo

De vieja data es nuestra fascinación por lo oculto; los milagros, la magia y las artes adivinatorias junto con los hechizos y los poderes sobrenaturales de videntes, curanderos, brujos y chamanes, son lo nuestro.

Hoy, es fácil encontrar en la televisión decenas de programas de charlatanes de Brasil o de Colombia, que han encontrado en México una mina de oro inagotable. Pare de Sufrir y Camino de Vida —entre muchos otros—, han hecho y hacen su agosto desde hace varios años porque, la disposición de decenas de millones de mexicanos a creer ciegamente en la charlatanería disfrazada de magia, es casi infinita.

Sin embargo, recurrir a tales recursos había estado circunscrito a la esfera de las personas y su privacidad: matrimonios disueltos por una infidelidad, hechizos por venganza o despecho y recetas para recuperar la mujer perdida son, entre muchos otros, una pequeña parte de los problemas que aquellos charlatanes “solucionan”.

Al paso del tiempo y con la popularización de los servicios de los charlatanes mencionados, era de esperar que más temprano que tarde esa práctica de creer en lo sobrenatural y lo mágico migrara a otras áreas.

Hoy, ese tránsito es más que evidente.

Los candidatos a un puesto de elección popular junto con gobernantes, funcionarios, legisladores y dirigentes de partidos políticos entendieron que los electores mexicanos, en su inmensa mayoría, son afectos a creer en lo mágico, en las promesas de felicidad fácil a corto plazo.

A partir de la comprensión de esa propensión de nuestros ciudadanos a creer en lo imposible, tanto las campañas como el trabajo legislativo y la gobernación empezaron a parecerse más a Pare de Sufrir que a la administración de la cosa pública. ¡Diga usted si no!

¿Quién en su sano juicio y con la mínima dosis de capacidad analítica podría aceptar que en México hoy, ya se acabó la corrupción? Es más, lo único que se necesitó fue que López tomara posesión para que tal ¿milagro?, se concretara. Aceptar esa afirmación como válida, es lo mismo que concederle seriedad a Walter Mercado u honradez a la banda de Pare de Sufrir.

Este gobierno parece gobernar con la confianza que genera saber que la afición de millones de mexicanos a aceptar la charlatanería como algo válido y cierto, es una verdad axiomática. ¿Quién con la mínima sensatez, dados los datos duros ofrecidos por todos los que siguen la economía mexicana, aceptaría que este año será muy bueno? ¿Quién acepta hoy que la inseguridad y la violencia sin control se combatirá exitosamente con abrazos? ¿Y quién aceptaría como estrategia válida esa expresión digna de Madame Zazú: becarios, no sicarios?

Aunque usted se niegue a aceptarlo, así como hay millones de mexicanos que creen en los videntes y los brujos y se dejan hacer limpias por algún chamán, también hay millones que aceptan aquellas expresiones como ciertas.

Estamos pues, para nuestra desgracia, ante un hecho incontrovertible: la charlatanería en la gobernación es aceptada y aplaudida como si estuviéremos en el Templo Mayor de Pare de Sufrir, y a punto de ir a Tierra Santa a traer una botella de agua del Jordán.

Cuando una sociedad cae a estos niveles de aceptación de la charlatanería presentada como políticas públicas, prácticamente todo está perdido. El cambio cultural que se requeriría para echar por tierra el trabajo de tanto charlatán que medra con la ignorancia de todo un pueblo, exige un proceso largo y difícil que toma generaciones.

Finalmente, lo único que podría vencer esa conducta (vender charlatanería) sería, no otra que la cruda realidad. A veces más temprano que tarde, la realidad se aparece y nos desnuda; exhibe nuestra perversidad al engañar a millones con promesas imposibles de cumplir, tal como lo hace cualquier charlatán de Pare de Sufrir.

Recordemos las promesas de Perón, los Castro, los Kirchner, Evo, Ortega y Chávez y hoy Maduro. En México, ¿cómo no recordar las promesas hechas por Echeverría y López Portillo? Y en el aquí y el ahora, ¿qué decir de lo que la 4T promete?

Ante la estafa de los que dicen ver el futuro y los que contrarrestan los efectos de “algún trabajo” de magia negra, los políticos mexicanos no cantan mal las rancheras en eso de prometer lo imposible. Para su mala suerte, la magia no tiene cabida en la economía y su crecimiento.

¿Y usted, ya llamó a la Línea Psíquica para saber cómo será el 2020? ¡Pobre país!. Información Excelsior.com.mx

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