Por Pascal Beltrán del Rio
Si usted me ha leído en este espacio o en las redes sociales, sabrá que no soy partidario de las marchas y bloqueos de calles para protestar.
En la Ciudad de México se realizan centenares de manifestaciones todos los años y la mayoría de ellas se convierte en un dolor de cabeza para las personas que tratan de llegar a su trabajo o de recoger a sus hijos.
Cuando la redacción de este periódico se encontraba en la Esquina de la Información, muchas veces me tocó ver desde la ventana de mi oficina cómo grupos reducidos —a veces de menos de cien personas—bloqueaban la intersección de Reforma y Bucareli, desquiciando la circulación de una ciudad que, de por sí, es muy complicada para moverse.
Dicho eso, me parece de una enorme incongruencia la forma en que algunos han acudido a las redes sociales para descalificar la marcha que se está organizando para protestar contra la cancelación del proyecto de nuevo aeropuerto en Texcoco, el próximo domingo 11, del Ángel al Zócalo.
Con ese fin, se han esgrimido conjuntos ridículos de palabras —tildarlas de argumentos sería un error—, como que “¿por qué mejor no se manifiestan contra las desapariciones y los feminicidios?”.
No debería ser necesario explicarlo, pero aquí va: se puede marchar contra la decisión de tirar a la basura una inversión de 120 mil millones de pesos sin que eso signifique que no se pueda hacer otra marcha contra los crímenes horrendos que padecemos.
Insisto en que las marchas me disgustan. Me parecen ejercicios de protesta nada originales que poco ayudan en sumar adeptos a una causa. Creo que a menudo tienen el efecto contrario. Pero nadie debiera erigirse como autoridad para decidir quién puede marchar y sobre qué causas.
Hacerlo es un desplante autoritario. Equivale a decir que sólo tienen derecho a disentir quienes piensan como uno. Eso es lo que se oculta tras el calificativo de “fifís” a quienes han convocado a marchar el 11 de noviembre: como no eres de mi clan, tú no tienes derecho a manifestarte.
Por supuesto, todas las marchas están expuestas a que se comente sobre ellas, para bien o para mal. Pero si los principios que sostienen toda manifestación pública son los derechos de libre expresión y reunión, tan válida es una como otra, mientras no convoque al odio y la violencia.
El movimiento político que encabeza Andrés Manuel López Obrador ha recurrido decenas de veces a marchas y plantones en los últimos años, pero, a pesar de ello, ha sido crítico de que otros utilicen ese mismo método de protesta.
El 27 de junio de 2004, decenas de miles de capitalinos tomaron las calles para manifestarse contra la inseguridad que vivía la Ciudad de México.
“Ahí andan con su campañita, a favor de la paz y sus moñitos blancos”, los descalificó López Obrador, entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal. “Pirrurris”, los llamó también.
Hoy el adjetivo que se pone a quienes quieren marchar contra la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México es el de “fifís”.
Lo que se intenta con ello es decir que el aeropuerto sólo importa a quienes viajan en avión, como si las terminales aéreas no necesitaran de decenas de miles de trabajadores y como si no sirvieran también para el transporte de mercancías.
De acuerdo con el Banco Mundial, los aeropuertos en México movilizaron el año pasado a más de 58 millones de pasajeros. Difícilmente, eso es una élite. El avión lo usan trabajadores mexicanos en Estados Unidos que vienen a visitar a sus familias, lo mismo que turistas que gastan dinero en playas y ciudades coloniales, ayudando a activar la economía de esos lugares.
Uno de los usuarios frecuentes de la aviación más conspicuos que hay en este país es el actual Presidente electo. En el último año debe haber tomado más de un centenar de vuelos redondos. Y, de hecho, él no está planteando cancelar el aeropuerto en Texcoco y no sustituirlo con nada. Quiere construir una terminal en un sitio distinto.
Para poner a prueba la tesis de que detrás de la convocatoria a la marcha contra la cancelación del NAIM se esconden oscuros intereses, el viernes invité a dos de los organizadores a la Primera Emisión, noticiario que conduzco en Imagen Radio.
Llegaron Iván Ruiz, empleado de la banca, y Saúl Arroyo, técnico de aviación. Por supuesto, les pregunté si tenían nexos con las empresas contratistas del NAIM y ellos lo negaron.
Yo no sé cuánta gente reunirá la convocatoria para la marcha del domingo. Si son 10 mil, serán más que los que marchan la mayoría de las veces. Tampoco sé si servirá de algo. Pero quienes vayan a marchar tienen el mismo derecho de manifestarse de ese modo que cualquier otro habitante de este país. Información Excelsior.com.mx