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Por Yuriria Sierra
Cuatro de cada diez habitantes de Wuhan presentan síntomas de ansiedad generada durante el confinamiento por el coronavirus, según un estudio realizado por la Sociedad China de Psicología. El dato fue recuperado por El País en un reporte de su corresponsal Macarena Vidal Liy, donde también detalla que el gobierno del territorio donde surgió el COVID-19 registró un incremento en las llamadas de auxilio en las líneas telefónicas destinadas para ello. Refiere el caso de una sicóloga que, tan sólo en un día, 25 de enero, tomó 40 llamadas en tres horas, para un total de 240 al final del día. Habían pasado sólo 48 horas de la imposición de la cuarentena. Ahora que Wuhan vive su reencuentro con la vida cotidiana, el saldo del estatus sicológico de los más de 11 millones de habitantes de aquella provincia, tras los más de 70 días de encierro, no es tan alentador.
Aún no sabemos cuándo pasará esto, sólo tenemos la certeza (y esperanza) de que pasará. Las autoridades no se apresuran a fijar una fecha para que el confinamiento deje de ser una medida, si no obligada, sí una que apele a nuestro sentido de responsabilidad y sobrevivencia. Mientras tanto, nos aferramos a mantener un cotidiano lo más parecido al que teníamos cuando no era un riesgo tocarse la cara o dar un fuerte abrazo. ¿Cómo vamos a lidiar con ello? ¿Cómo lo hacemos ahora? ¿Cómo asimilamos que una llamada telefónica con nuestros seres queridos debe bastar como único vehículo de comunicación y afecto? Peor aún, ¿por qué hay quien cree que está justificada una agresión al personal de salud o al trabajador de un supermercado? ¿Por qué hay quienes son capaces de poner a todo un edificio en riesgo y convocan a reunión que flagrantemente viola las condiciones del aislamiento?
Las recomendaciones de las autoridades están ahí: dormir a la hora acostumbrada, hacer ejercicio, comer bien, tomar líquidos, etcétera. Pero el miedo y la ansiedad que este momento provoca no se combate así, también nos lo han dicho, de igual forma han subrayado que está bien sentirlo, más aún reconocerlo. Sin embargo, esa otra pandemia ya envió un primer saludo. Un momento tan complicado como éste nos obliga a procurar no sólo nuestra salud física, porque, cuando podamos salir de nuevo a las calles, tendremos más claro que nunca lo mucho que nos necesitamos unos a otros.
ADDENDUM
Murió el coordinador operativo de la Zona Sur, víctima de COVID-19. La seguridad es una de las actividades esenciales que no pueden parar. Víctor Manuel Ortiz estuvo aislado desde la confirmación del diagnóstico. Tras su muerte, el secretario de Seguridad Pública de la CDMX, Omar García Harfuch, envió un mensaje a toda la corporación: “Sabemos que en la Policía, el superar obstáculos y esforzarse más de lo normal es una constante; así que ésta no será la excepción, sino una oportunidad más para corroborar que contamos con compañeros fuertes, valientes y con una gran vocación de servicio. A todas y todos ustedes: muchas gracias (…) Aun en medio de esta pandemia, tenemos compañeros evitando suicidios, recibiendo disparos de la delincuencia, realizando grandes detenciones de violadores, narcomenudistas, de robo a cuentahabientes, a transeúnte; deteniendo a personas que roban en el transporte público…”. Éste no es un momento político, es uno que obliga a reconocer el trabajo de tantas y tantos que mantienen la guardia a pesar de todos los riesgos. Información Excelsior.com.mx