Por Víctor Beltri
La Historia ilustra, sin lugar a dudas. La Historia —con mayúscula— enriquece también: más allá de la temporalidad de los acontecimientos, de las filias y fobias de los involucrados, del contexto histórico en cada circunstancia, la Historia nos muestra el desarrollo de las ideas —y la lucha e interacción de los hombres alrededor de ellas— a lo largo del tiempo.
La Historia ilustra. No existe —en realidad— nada nuevo bajo el sol: los problemas que hoy nos aquejan —a pesar de sus propias particularidades— fueron los mismos que enfrentaron quienes tomaron las decisiones que hoy consideramos como fundacionales. Desde la intervención de potencias extranjeras en los asuntos nacionales, hasta la lucha por la posteridad del caudillo en turno; desde la asignación discrecional de recursos, con fines electorales, hasta el uso de la muchedumbre —y el poder inherente al encargo público— en contra de los adversarios incómodos. Desde la consecución de las promesas, hasta el desencanto con la realidad: todo lo que estamos viviendo, en estos momentos, fue experimentado en otro momento.
Existen ejemplos perfectos. En el siglo XIX, por ejemplo, el término de la Tragedia de los Comunes (The Tragedy of the Commons) fue utilizado para describir una situación en la que, en un sistema en el que todos los usuarios se verían beneficiados por su propio éxito, los posibles beneficiarios tratan de aprovecharse del sistema en su propio beneficio hasta terminar por agotarlo o destruirlo. La Tragedia de los Comunes representa, a la perfección, la llegada de los “ninis” al poder. “Ninis” para los que no es necesario ningún esfuerzo, para los que el mérito no es un ingrediente del éxito. Ninis que están dispuestos a recibir una beca que piensan que les corresponde, ninis que disfrutan, gozosos, del asistencialismo de un Estado con el que no están dispuestos a cooperar. Ninis que ignoran la Welfare Trap en la que agotan al personal que sienten a su servicio sin darse cuenta de que todo tiene que cambiar, precisamente por eso. Sin darse cuenta de todo, desde ahora, está cambiando.
Cambiando, y a una velocidad frenética. La Historia ilustra, sin lugar a dudas, y nos encontramos frente al momento de la humanidad en el que la tecnología, más que nunca, puede aportar al desarrollo de los países menos desarrollados. La Historia ilustra: las naciones que no son capaces de asimilar, con velocidad, los cambios que se le imponen, tienden a la dilución en la escena internacional.
Cambios que nuestro país ha tenido que enfrentar, sin lugar a dudas. Las exigencias del tirano del norte han sido demasiadas para quien respondería, tuit a tuit, todos sus agravios. La relación colateral transita, a secas, entre amenazas y concesiones, entre anuncios y explicaciones.
México ha renunciado al lugar que le correspondía. La Doctrina Estrada, en ocasiones puntuales motivo de orgullo, se ha convertido en nada más que justificación de la tibieza. La Historia ilustra, sin lugar a dudas, y habrá de juzgarnos en unos cuantos años: cuando podríamos haber estado cambiando el mundo, nos resignamos a La Tragedia de los Comunes. Y a repartirse lo que quede. Información Excelsior.com.mx