Por Yuriria Sierra
Los candidatos a la Presidencia tienen sus propuestas en asuntos laborales, sobre todo en materia de salario, una de las banderas de cada campaña electoral: Ricardo Anaya promete un salario de 100 pesos desde el día uno, con un aumento gradual que lo lleve hasta los 190 pesos. José Antonio Meade no ha dado cifras, se ha limitado a la promesa de más empleos y mejor pagados. Andrés Manuel López Obrador va por el aumento a doble ingreso, será de manera gradual, para llevarlo a 176 pesos en 2024. Margarita Zavala, al igual que Anaya, promete 100 pesos de inicio y programas que permitan ingresar al mercado formal a los seis de cada 10 mexicanos, según el Inegi, que están en la informalidad. Y Jamie Rodríguez Calderón va más allá: quiere la eliminación de la figura del salario mínimo, de ganar, buscará que el ingreso de un trabajador dependa del trabajo que realiza.
Parece cosa fácil. Todos van por el aumento de salario, mejores condiciones laborales… un panorama de ensueño que se promete cada seis años y que no se materializa. Y, como ocurre siempre, nadie explica cómo harán para que éste logre el nivel que prometen. Ya no digamos convertir el ingreso en suficiente para los trabajadores y competitivo frente al resto del mundo. El salario mínimo en México es de 88 pesos por una jornada de ocho horas; según datos del Banco Mundial, en Estados Unidos, por el mismo tiempo, un empleado obtiene mil 96 pesos, en Canadá el pago es de mil 280 pesos. Así de disparejo el asunto.
En Estados Unidos el salario más bajo oscila, al mes, en 32 mil 880 pesos. En nuestro país, una persona con licenciatura o maestría apenas logra un ingreso de 11 mil pesos, en promedio, menos de la mitad de lo que gana un obrero en EU. En México, la preparación académica no es garantía de una mejor remuneración económica. ¿A cuántos graduados conoce usted que optaron por un oficio ante la falta de oportunidades o la escasez de éstas con un sueldo remotamente competitivo? Y no es sólo eso: México es el país que más horas trabaja al año, con dos mil 225, según la OCDE; mientras que Alemania, sólo mil 363 horas, y es considerado uno de los países más productivos a nivel mundial.
Con estos salarios, si una persona quisiera comprar, por ejemplo, un iPhone X, en nuestro país tendría que trabajar 266 días; en Estados Unidos sólo 17 días y en Canadá, 16, para cubrir el costo de los 23 mil pesos que cuesta. Se toma este ejemplo porque es un producto con precio designado de fábrica y no cambia de un país a otro, la variación de su costo depende de la paridad monetaria. No sucede así con productos de primera necesidad, en donde el precio sí lo designa el mercado, lo que hace que la comparación tenga resultados aún más devastadores. En nuestro país, el precio de la canasta básica varía según la región, lo que hace que el salario subraye su poco alcance y genere desigualdad.
Por otro lado, entre 1990 y 2015, cerca de un millón 200 mil mexicanos altamente calificados dejaron el país. Es la fuga de cerebros, profesionales que encontraron lugar para desarrollar sus proyectos y talentos en países como Japón, Reino Unido, Canadá y Francia. Durante este lapso, la presencia de mexicanos en Estados Unidos con estudios de posgrado se elevó a 249 mil, seis veces la cifra que en 1990. La mayoría profesionales en áreas científicas y de innovación.
Mientras los candidatos no detallen los cómo, los más de 52 millones de trabajadores de nuestro país seguirán condenados a largas jornadas laborales, sueldos poco remunerados e incertidumbre. Y, al final, nuestro país queda también rezagado frente a las economías en el mundo. Información Excelsior.com.mx