Por Ángel Verdugo
La conformación de Va por México, alianza formada por tres partidos de oposición (PAN, PRD y PRI) despertó, en no pocos mexicanos, grandes esperanzas acerca del resultado en las elecciones intermedias a celebrarse este 6 de junio.
De manera específica, tanto los dirigentes partidarios de aquellos tres partidos como personalidades interesadas en la política mexicana, han planteado escenarios optimistas donde, lo menos que se proyecta, es la derrota clara y contundente de los candidatos de Morena a diputados federales y la recuperación, en consecuencia, de la mayoría en esa Cámara por parte de la oposición.
Con el ánimo de aclarar algunos puntos en relación con dichos pronósticos y su viabilidad, haré los siguientes comentarios; el primero, es una simple aclaración la cual, para algunos sería una verdad de Perogrullo: nada me gustaría más que aquellos pronósticos fueren concretados este 6 de junio. Sin embargo, en la política como en la vida toda, las cosas se consiguen con el entendimiento del problema y sus causas, y las medidas consecuentes. Es entonces el trabajo sistemático y permanente con el objetivo a alcanzar como guía, lo que permitiría concretar los objetivos trazados; los pronósticos son lo que nos movería pero, evidentemente, no lo son todo.
Ante nuestra realidad ciudadana, pienso que convendría preguntarnos, ¿cómo es el elector mexicano promedio? Es más, me atrevería a cambiar dicha pregunta para dejarla así: ¿es nuestro ciudadano promedio, un verdadero ciudadano o algo más cercano a un siervo? De la respuesta que diéremos, los pronósticos a la fecha elaborados deberían ser ajustados a la realidad que aquélla reflejaría.
¿Está nuestro elector acostumbrado a analizar candidatos y propuestas, para con ello decidir su voto? ¿Tiene la costumbre de comparar las trayectorias de los candidatos y sus propuestas para, de una manera sencilla, concluir cuál sería el más conveniente para él como ciudadano y sus demandas? Es más, ¿tiene nuestro ciudadano un listado de lo que podríamos calificar como demandas o, lo que busca simplemente es la satisfacción a ciertas necesidades sin esfuerzo alguno?
Si las respuestas a las preguntas del párrafo anterior pintaren un panorama complicado frente a los pronósticos que no pocos han elaborado, ¿qué procedería? ¿Tirar la toalla, como suele decirse en el boxeo? ¿Acaso echar culpas de la derrota al adversario, antes incluso de la fecha de la elección?
Mi opinión al respecto sería ésta: hay que dejar esa visión cortoplacista que es norma en México, y empezar a pensar a mediano y largo plazos. Si la conclusión fuere que decenas de millones de electores mexicanos —por razones de índole diversa— no analizan a los candidatos y sus propuestas y votan de manera mecánica e inercial, ¿no deberíamos plantearnos las cosas dentro de un horizonte más amplio?
Esto no significaría, en modo alguno, la aceptación de la derrota antes de combatir; por el contrario, estaríamos seguros de la victoria obtenida mediante menos ilusiones, y más trabajo sistemático y permanente para convencer a los más quienes, sin saberlo, han preferido y prefieren ser siervos antes que ciudadanos. Dicho de otra manera, si me lo permitiere, estaríamos siendo realistas porque aceptaríamos, de entrada, que un cambio de mentalidad es un profundo cambio cultural que toma tiempo, y un esfuerzo sostenido y bien llevado durante un buen tiempo, las más de las veces largo, no corto.
Preguntemos entonces, en caso de estar en desacuerdo con esto último, lo siguiente: ¿acaso piensa usted, que una persona que apenas sobrevive y ve la dádiva gubernamental que recibe como su salvación momentánea, tendrá conciencia clara del origen de ese recurso y de la trampa —así fuere subliminal y no burda y ofensiva—, que busca hacerle creer que ese recurso se lo envían el gobernante y/o su partido para, sin decirlo, llevarlo a concluir que debe votar por los candidatos que aquellos impulsen y postulen?
Las ilusiones que pronósticos alejados de la realidad inducen en algunos causan, a veces, más daño que el adversario mismo. En esto de derrotar a partidos que lejos de serlo son instrumentos del populista para encumbrarse, debemos hacer a un lado las ilusiones y los sueños de victorias totales obtenidas en poco tiempo.
En esto de la política no hay atajos, menos soluciones mágicas. Información Excelsior.com.mx