Por Yuriria Sierra
La reconstrucción de México luego de los sismos del 7 y el 19 de septiembre costará muchísimo dinero, lo sabemos. Al menos mil millones de dólares, unos 25 mil millones de pesos, calcula el Servicio Geológico de Estados Unidos. Enrique Peña Nieto dijo hace unos días que la cifra iba más allá de los 38 mil millones de pesos. En unos días se sabrá cómo se movió el Presupuesto de Egresos para el próximo año; ya nos informará José Antonio Meade, el secretario de Hacienda (quien afortunadamente adelantó que cada peso tendrá instalado un GPS, es decir, que podrá seguirse con lupa a dónde se destina, quién lo emplea y con qué resultados). Y de la solidaridad de los mexicanos hemos hablado ya en este espacio, pero también vale la pena mencionar la de países, de empresas y ciudadanos fuera de nuestras fronteras que han contribuido para que este golpe presupuestario sea menor.
Además de donaciones en especie y humanitarias de 27 países, México ha recibido importantes aportaciones económicas como ayuda después del terremoto: China donó dieciocho millones de pesos, que entregó directamente a las autoridades mexicanas para las víctimas del sismo. Tal vez el único caso en que el destinatario fue el gobierno federal. Por su parte, Canadá aportó un millón 800 mil pesos a la Cruz Roja Mexicana. Nuestro otro socio del TLCAN, Estados Unidos, dio la misma cantidad, también a esa misma organización. Corea del Sur, más generosa, aportó dieciocho millones de pesos, a los cuales se suman los veinte millones 736 mil pesos aportados por empresas y asociaciones de esa misma nación asiática, para alcanzar una cifra acumulada de 38 millones 736 mil pesos. El papa Francisco, a nombre de El Vaticano, anunció la distribución de dos millones 700 mil pesos para ayuda a víctimas, que se entregarán en colaboración con la Nunciatura Apostólica. Por su parte, la Unicef aportó siete millones 200 mil pesos, junto a los tres millones 600 mil pesos aportados por el Banco de Desarrollo de América Latina, conformado por países como España, Portugal y otros 17 países latinoamericanos y del Caribe.
La iniciativa privada también ha sido solidaria con nuestro país: BBVA donó 180 millones de pesos, Coca-Cola otros 24 millones. Google, Facebook, Apple, AT&T, transnacionales todas con presencia en nuestro país, dieron 18 millones de pesos cada una. Y las celebridades también han hecho lo suyo: famosos como Salma Hayek, Ricky Martin y Shawn Mendes entregaron 1.8 millones de pesos. El Checo Pérez entregó tres millones 24 mil pesos. Katy Perry donó nueve millones de pesos. Cristiano Ronaldo sacó casi 15 millones de pesos de su cartera. La escritora J.K. Rowling envió 18 millones de pesos. Lady Gaga 36 millones de pesos. Y ésas, las que sabemos, porque también, seguramente, estarán todas aquellas que de forma igualmente altruista han preferido guardar su anonimato.
No son todas las donaciones en efectivo, la lista, por fortuna, es larga. A México le han tendido la mano desde muchas partes y sectores. De estas donaciones que mencionamos, la única que sabemos le fue entregada a autoridades mexicanas, es la del gobierno chino. Otra gran mayoría a la Cruz Roja, otras a asociaciones civiles y en algunos casos, como el de las personalidades que tienen fundaciones sin fines de lucro, los ejercerán en directo con organizaciones como Techo u Oxfam. O hasta de la iniciativa del influencer Juanpa Zurita, denominada #LoveArmyMexico. Es curioso que solamente una donación haya sido entregada directamente al gobierno federal. El resto de donantes optó por canalizar su ayuda por intermediarios que, tal vez, le aspiren mayor confianza. No sé; acaso sabrán de Javier Duarte, Roberto Borge y todos sus similares, quizá. Habrán visto la polémica con las despensas en Morelos. Sin duda, eso también es un urgente pendiente que deberá resolverse al tiempo en que se reconstruye todo lo que el sismo del 19 de septiembre derribó. Ya lo decía ayer en este espacio: es momento de transparencia, de entreverar la corrupción. El destino de todo ese dinero que de manera tan solidaria llega a nuestro país no debe ser distinto a las razones por las que fue enviado. Es necesario que quien esté a cargo de manejarlo, esté plenamente consciente de ello. Porque de otra forma, ahora sí, habremos perdido para siempre cualquier mínimo respeto internacional, y a la próxima, habrá gobiernos que no nos mandarán ni siquiera ese cortés y simbólico —pero cautelosamente contado— milloncito de pesos. Información Excelsior.com.mx