Por Yuriria Sierra
Sólo por debajo de Brasil, el país donde recientemente borraron la agenda LGBTTTI de cualquier dependencia gubernamental por orden de Jair Bolsonaro, México está detrás del país sudamericano en crímenes por homofobia.
Algo sucede, algo que debemos dejar en el pasado, más aún cuando pensamos que nuestro país está poniendo los cimientos para ser un Estado cada vez más inclusivo.
Casi medio millar de personas asesinadas por su condición sexual en seis años, durante el gobierno de Enrique Peña Nieto para ser precisos, según la organización Letra S. Y estos crímenes contrastan con los diecisiete estados del país en donde el matrimonio igualitario es una figura jurídica reconocida.
Apenas esta semana San Luis Potosí e Hidalgo se unieron a la lista que hace más de diez años comenzó a escribirse en la Ciudad de México.
Algo nos ata a ese discurso de odio contra un sector de la sociedad que, por fortuna, cada vez es más visible. Algo mantiene ese contraste que nos sujeta a ese grupo de países donde ser homosexual es razón suficiente para ser blanco de insultos, para no ser sujeto de derechos… o para ser acreedor a un castigo que puede ir de la cárcel a la muerte.
Brunei echó abajo aquella polémica ley con la que se sentencia a morir por lapidación a los homosexuales y adúlteros, aquí la contamos; pero en Arabia Saudita el castigo puede ser la decapitación. En la India hay cárcel para quien sea sorprendido sosteniendo encuentros homosexuales; Honduras y Jamaica serán acaso el antecedente latinoamericano para el rumbo que toma Brasil; lo mismo Senegal, Nigeria, Zimbabue, Somalia, Uganda e Irán.
México y el mundo se retratan en contrastes, pero las muertes por homofobia, que muchas se quedan en la sombra y no llegan a ser estadística, hacen el primer trazo en el camino a la justicia cuando el Estado es capaz de proclamar leyes que representen e integren a todos sus ciudadanos.
Porque es justo la representatividad lo que visibiliza a todos los grupos, porque es así como se entienden las necesidades y se enriquece la cultura de la inclusión. La sociedad se construye, también, a través de los conceptos que el Estado tiene de ella.
En 2001, los Países Bajos fueron los primeros en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Hace unos días, Holanda promulgó una ley que prohíbe la discriminación a los transexuales, la comunidad más vulnerable a los crímenes de odio y al rezago social.
Y esta región de Europa no es la más avanzada en términos de integración LGBTTTI; Malta se lleva de calle a cualquier país del mundo, cuenta con una de las leyes más avanzadas del mundo adecuada a la despatologización de la identidad sexual aplicable a menores, el cambio de género es legal para ciudadanos a partir de los 16 años; además, en ese país están prohibidas las “terapias de conversión”.
Más de dos mil crímenes por homofobia en los últimos 23 años en nuestro país, según autoridades. Repetimos, esos son los casos registrados como tales.
Por eso celebramos que en un día como hoy, cuando se conmemora el Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia, leamos que México ordena a todos sus consulados y representaciones diplomáticas en el mundo, reconocer y celebrar bodas entre parejas del mismo sexo. Porque la representación es el primer paso para reconocer todas las partes de una sociedad. Y qué mejor que ésta llegue desde el Estado. Información Excelsior.com.mx