Por Yuriria Sierra
“Huele a libertad, huele a libertad…”, los gritos de Cristian, un menor que desde el auto de su mamá veía en acción la Operación Libertad, iniciada por Juan Guaidó, la madrugada de este 30 de abril. Lo reportaron medios locales en Venezuela: ocurrió en Guárico, uno de los 23 estados del país sudamericano, la postal de un niño que, además de juegos, también piensa en un mejor presente que abone a lo que espera de su propio futuro y el de su país. Y será el pensamiento de miles de niños venezolanos más. Más de 327 mil, dice Unicef, se han trasladado tan solo a Colombia. Otros 170 mil en Perú. En total, entre menores y adultos, son más de 3.7 millones de venezolanos quienes han abandonado su país para huir, literalmente, a varias naciones de América Latina.
Según cifras de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, cinco mil venezolanos abandonaron su país cada día de 2018. Y para finales de 2019, la cifra de menores venezolanos refugiados subirá a más de 1.1 millones. Colombia es el país que más éxodo ha recibido. Incluso, lo hace de “entrada por salida”, pues en regiones fronterizas como Cúcuta, al menos 10 mil niños prefieren ir a la escuela del lado colombiano. Hace seis meses, la matrícula de estudiantes de Venezuela registraba 30 mil, hoy son 130 mil. Pero con ello el problema escala: la llegada de más venezolanos exige mayor gasto para la atención de las miles de personas que hacen de Colombia su nuevo hogar. La ONU precisa que, por ejemplo, sus organismos no cuentan con el presupuesto para cubrir las necesidades primordiales. De los 29 millones de dólares que requieren para cubrir lo básico: agua potable, comida, educación y salud, disponen de menos de seis millones. Sin ese dinero será imposible que alcancen sus metas fijadas para este año: la vacunación de 30 mil niños, condiciones de estudio para más de 53 mil y alimentación para más de 90 mil. Y ésta es la expectativa de vida para los niños que han salido de Venezuela, que desde donde hoy están esperan el fin del gobierno de Nicolás Maduro. ¿Qué sucede con los pequeños que continúan en su país? Lo reportó en diciembre pasado el diario El Comercio de Perú: “Las calles de Caracas están llenas de niños que corren, ríen, se bañan en ríos sucios, buscan comida en la basura y también consumen drogas, son menores de edad abandonados que muestran las tantas caras de la severa crisis económica y social que azota al país…”.
Semanas después de este reporte, The Lancet Global Health reveló que la mortalidad infantil en Venezuela llegó a 21 defunciones por cada mil recién nacidos en 2016. Pero ha resultado difícil llevar un seguimiento de esto, pues no hay cifras oficiales. A esas cifras habrá que aumentarle aquellas tan difusas de niños y adolescentes que mueren porque no hay alimento ni atención médica. A pesar de esto, de los niños venezolanos, Nicolás Maduro presume tener “nervios de acero” y la lealtad de sus comandantes militares. Y lo escribe desde una locación indefinida, porque durante la jornada de ayer, no se le vio dar mensaje alguno, sólo aquel que escribió en Twitter. No sabemos si los días de su gobierno están en la recta final; pero la comunidad internacional tendrá que estar lista para ayudar a reconstruir un país que necesita de mucha ayuda, empezando por ellos: los niños que desde temprana edad se han forzado a soñar no sólo con juegos, sino también con su libertad.
ADDENDUM: Inició la guerra sucia, por lo menos eso parece, pues el equipo de campaña de Miguel Barbosa ventiló que el gobierno de Enrique Alfaro, de Jalisco (Movimiento Ciudadano), metió las manos hasta la cocina en la contienda de Puebla y, con tal de apuntalar a Enrique Cárdenas, candidato de PAN-MC-PRD, hackeó y suspendió las cuentas de Twitter de varios actores políticos y militantes de Morena, por lo que denunciaron los hechos al INE. Información Excelsior.com.mx