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Los libros de texto de la SEP siempre han sido ideología… y ahora se asustan cuando ha sido así desde hace 100 años. Y no está mal. Todo, a final de cuentas, es ideología.
Incluso querer destruirlos o quemarlos es ideología: fuente, la Alemania de la tercera década del Siglo XX.
A los que ahora asustan con el coco del comunismo y otras quimeras, quizá por intereses inconfesables, parece resbalárseles que el primer libro de texto, en tiempos de Adolfo López Mateos, se hizo un esfuerzo descomunal con apoyo de escritores y pedagogos para elaborar los materiales que, por primera vez en la historia, se iban a repartir de manera masiva en territorio nacional en 1960.
Bajo la conducción de Jaime Torres Bodet, los libros de texto marcaron el inicio de una serie de materiales educativos impresos que buscaban estandarizar la educación en el país y promover los valores cívicos y patrióticos tras la Revolución. Los libros contenían textos sobre la historia de México, héroes nacionales, valores cívicos y otros temas relacionados con la identidad y cultura mexicana. A lo largo de los años, los libros de texto de la SEP han evolucionado para reflejar los cambios en los planes de estudio y las necesidades educativas, incorporando nuevos contenidos y enfoques pedagógicos.
Los libros de la SEP no son estáticos. Reflejan los valores y la ideología de la sociedad en un tiempo determinado. La crítica no debe ser respecto a si tienen ideología o no, que siempre tendrán una carga inherente a ellos, pues en esencia se tratan de un proyecto de Estado.
La crítica debe ser por la calidad de contenido y si la carga ideológica de las personas que los elaboran los termina por desconectar de la realidad y hacer caer en el dogmatismo, saltándose las leyes y los consensos al momento de planear los contenidos de los textos.
Es decir, que el contenido sea a contentillo personal y no mediante la consulta y deliberación con distintos sectores sociales, incluidos el magisterio, autoridades locales, padres de familia, expertos en distintas disciplinas y demás.
Esa debe ser la crítica… y en este caso, los nuevos libros de la SEP no salen bien parados: los contenidos son deficientes en muchas materias; hay una exagerada cantidad de errores e imprecisiones; hay deficiencias pedagógicas. Sin contar que se aprobaron sin tomar en cuenta la legalidad, que es la razón por la que se les dio un revés judicial en Guanajuato.
Hay cuestiones muy positivas en los libros: el lenguaje inclusivo, los cuestionamientos al racismo y la discriminación por algo tan absurdo como el color de piel, el respeto a las familias diversas y la inclusión a grupos marginados como los pueblos indígenas y la comunidad LGBTQ+. También la educación sexual que siempre es necesaria, aunque algunos quieran volver al medievo.
Eso se debe quedar para siempre en nuestros libros. Por justicia,
El resto tiene que mejorarse, corregirse, desecharse, dialogarse. Es inconcebible e irresponsable que vean la luz con tanta pifia.
A final de cuentas, las nuevas generaciones tendrán que cargar con un país que envejece, que quizá no tenga pensiones ni viviendas dignas. Y si uno se pone a pensar que probablemente haya serias deficiencias educativas y una nueva generación perdida, la cosa está de miedo. Información Radio Fórmula