Por: Armando Ríos
¿A qué me refiero en concreto?
Debemos dejar atrás el sistema político y social actual, porque está caduco, ya no funciona, y no va a jalar haciéndole reparaciones y parches provisionales. Necesitamos abandonar de tajo la nación de la simulación, de la burla a la ley, de la desigualdad y del abuso del dinero público.
Para empezar, necesitamos crear una imagen nueva dentro de nuestra cabeza. Una maqueta del país que podemos, y queremos, llegar a ser. Y después tenemos que trabajar para hacerla realidad. Se dice fácil, pero la palabra clave en todo esto es: compromiso. Eso que viene del interior de cada persona cuando actúa con dignidad, y que es el ingrediente esencial para transformar el “malestar tuitero de sillón” –ese que les encanta a los “ciberactivistas”–, en acciones colectivas concretas; en metas alcanzables de una secuencia realista, hacia una visión esperanzadora de futuro.
En síntesis, me refiero a una evolución, que mínimo nos tomará 10 años si trabajamos duro y sin respiro. Porque la época de las revoluciones y los mesías que prometen cambiar las cosas de la noche a la mañana ya probó su fracaso en el mundo, y también aquí, por supuesto. Aceptémoslo de una vez.
Hasta hoy, tenemos instalada en el imaginario colectivo la figura de un país maltrecho, malogrado, algo así como una masa medio deforme, grisácea, definida por palabras como corrupción, impunidad, violencia y desigualdad, que de tanto repetirse ya no mueven a nadie y sólo nos paralizan en el hartazgo y el odio, porque han quedado vacías de contenido.
Para crear un nuevo imaginario colectivo es útil observar otros contextos.
La semana pasada, la revista The Economist publicó una edición con sus artículos más populares de 2016. Uno de ellos habla de los coches del futuro, y describe un escenario no lejano en el que la gente ya no se preocupará por ‘tener coche’, sino simplemente se suscribirá a una app que le dará acceso a cualquier combinación que necesite entre un auto, un tren, una bicicleta, o cualquier cosa sobre ruedas, para transportarse a donde quiera de la forma más rápida y barata posible. Muchos de estos vehículos serán robots eléctricos que se manejan solos, y ya están siendo construidos por empresas como Google o Apple.
Otro artículo aborda la tecnología llamada hyperloop, que se refiere al transporte a altísimas velocidades, utilizando tubos al vacío. Un ejemplo concreto de esta posibilidad es un proyecto en Dubái, de la compañía Hyperloop One, que planea construir un tren que permitiría realizar, en 12 minutos, un trayecto hacia Abu Dabi que hoy toma dos horas en coche. Un tren como este podría alcanzar una velocidad de hasta mil 200 km por hora –más rápido que un jet– y, en esencia, funcionaría con un ventilador eléctrico y un compresor de aire.
Un tercer artículo habla de los jóvenes y los define como una “minoría oprimida” a la que es necesario liberar. Los países que se pongan a la delantera de este reto habrán de facilitar a quienes tienen entre 15 y 30 años –1.8 mil millones de personas– el acceso al mercado laboral, con educación a la altura de este siglo, y con alta movilidad en el interior de sus países, y también hacia otros países. La segunda parte de la receta es que los jóvenes voten, y no sólo se quejen en las redes.
¿Y en México? Basta con leer las noticias diarias para ver el destino y el ejemplo que le estamos dando a nuestra juventud. O el escandaloso gasolinazo que pone al país de cabeza, cuando el futuro ya está en el hyperloop, los robots y la energía solar –que, por cierto, abunda en nuestro país–.
Para ‘reiniciar el sistema’, estamos obligados a despertar en nosotros el deseo de vivir con dignidad. No podremos destruir el circuito terrible de corrupción, impunidad, violencia y desigualdad, si no existe ese deseo en la gente, especialmente en los más jóvenes.
Todos, pero especialmente los que nos dedicamos a la política, debemos ser firmes e innovadores en la acción, poner ese ejemplo de dignidad y de unidad por encima de los partidos; porque el futuro ya nos está rebasando.
Seamos más ambiciosos que nunca para construir la maqueta mental que nos proyecte hacia adelante. Lo que nos trae el 2017 es una oportunidad, y un ultimátum. Al mismo tiempo. Informacion Excelsior.com.mx