Ya existe un nuevo término para definir a los fanáticos de las series de televisión, se llama seriefilia, que no es otra cosa que adicción a plataformas de internet, donde todos podemos ver programas televisivos día y noche, capítulo tras capítulo sin importar nada.
Vivimos en una sociedad y tiempo donde fácilmente obtenemos cada vez más rápido las cosas y no nos detenemos por una gratificación, porque ésta se da de forma inmediata, afirma en entrevista para UNAM Global, Gabriela Orozco Calderón, profesora de la Facultad de Psicología de esa casa de estudios.
Este tipo de plataformas nos fascina por varias características, añade la especialista. Una de ellas es que están a nuestra disposición, cualquier día y hora que queramos, y no tenemos un espacio determinado para verlas, aunque en muchos casos tengan un costo monetario.
Los programas se caracterizan por contener ráfagas visuales, todo ocurre de forma muy rápida, donde los directores toman varias escenas para darnos la sensación de participar en la trama, en algunos casos los protagonistas se dirigen hacia nosotros y controlan fuertemente nuestra atención. Hasta estamos determinados biológicamente a responder este tipo de estimulación, afirma Orozco Calderón.
El problema es cuando surgen consecuencias negativas y olvidamos o abandonamos nuestras actividades por ver las series, enfatizó la psicóloga. Además, existen varios factores de riesgo como son trastornos psicológicos o psiquiátricos, que podrían promover que este tipo de plataformas generen dependencia.
Por ejemplo, problemas de personalidad, falta de autocontrol, comportamientos impulsivos, disforias, estados de ánimo anormales o cambiantes, que son dependientes de este tipo de diversiones, además de una falta de control para esperar la gratificación, agregó la especialista de la UNAM.
¿QUÉ PASA EN NUESTRO CEREBRO?
A nivel cerebral también habrá un mal funcionamiento que nos promoverá conductas asociadas a efectos biológicos, con deterioro del conocimiento cognitivo y funcionamiento diario. Por ejemplo, nos generará una disminución en el grosor y metabolismo basal de la corteza orbitofrontal, que resultará en conductas de impulsividad y deterioro en todas las tareas y funciones ejecutivas.
Además, habrá una excesiva liberación de dopamina que al principio nos generará una búsqueda y deseo constante de ver las series, y se alterará la corteza frontal cíngulo anterior, que está vinculado a conductas adictivas relacionadas con la motivación de placer y recompensa.
Se volverá una adicción cuando dejamos de hacer todas las actividades laborales y de la vida diaria, e incluso abandonamos otras acciones que antes generaban placer, expuso la investigadora universitaria.
Así, pasaremos horas viendo capítulo tras capítulo hasta terminar la serie y después buscaremos una nueva. No obstante, el ver tantas series generará que ya no sean tan reforzantes, es lo mismo que le pasa a un adicto que consume constantemente drogas, apuntó.
Además, cuando las dejamos de ver nos provocarán un síndrome de abstinencia, es decir un malestar físico y mental, e incluso estaremos pensando todo el día en qué momento podemos seguir viendo las series.
Por ello, tendremos cambios en el estado de ánimo, y nuestros familiares y amigos nos dirán que pasamos mucho tiempo viendo la serie, y descuidamos nuestras responsabilidades. No obstante, negaremos la adicción, destacó.
Otras secuelas puede ser el sedentarismo, con problemas de salud física y mental, como obesidad, problemas cardíacos, menor productividad, bajos niveles de satisfacción, problemas interpersonales por falta de convivencia, mala alimentación (no se perderá tiempo cocinando algo sano por ver los capítulos), problemas de sueño (desvelarse por ver las series), falta de concentración de memoria, problemas de toma de decisiones y cognitivos para llevar día a día.
Es posible prevenir esta situación al realizar otro tipo de actividades como son leer o practicar algún deporte. No obstante, si la adicción ya existe es necesario buscar ayuda profesional, que puede encontrarse en la Facultad de Psicología de la UNAM o en otros centros especializados, concluyó la investigadora. Información El Financiero