WASHINGTON.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, vapuleó de nuevo a los medios ayer en Twitter, calificando a grandes cadenas de televisión y a The New York Times de “enemigos de los estadunidenses”.
Poco después de aterrizar en Florida, donde se dispone a pasar un tercer fin de semana en su lujosa residencia de Mar-a-Lago, el Presidente estadunidense se sirvió de su plataforma de comunicación preferida para lanzar un mensaje contra los medios de comunicación.
“Los MEDIOS MENTIROSOS (@nytimes en dificultades, @NBCNews, @ABC, @CBS, @CNN) no son mis enemigos, son enemigos de los estadunidenses”, escribió retomando la expresión en inglés “fake news media” que ya forma parte del lenguaje corriente de EU a fuerza de repetirla.
Unos minutos antes, el Presidente estadunidense había tuiteado una primera versión de su mensaje, en la cual no citaba a las cadenas CBS y ABC y escribía: “¡REPUGNANTE!”. Rápidamente lo borró para escribir un nuevo tuit en el que incluía dos “enemigos” suplementarios.
El republicano hizo de las críticas contra los periodistas “parciales” y “deshonestos” un punto crucial de su campaña, haciendo disfrutar a sus partidarios que abucheaban fuertemente a los periodistas en los grandes encuentros.
CRÍTICAS DE OTROS MANDATARIOS
Thomas Jefferson dijo que los periódicos eran “vehículos contaminados” de falsedades y errores. Richard Nixon se enfrascó con reporteros en la tóxica atmósfera del Watergate y los consideraba “el enemigo”. Bill Clinton condenó públicamente a los “proveedores de odio y división” en las ondas públicas de trasmisión.
Aunque los historiadores pueden mencionar a varios presidentes de Estados Unidos que han despotricado contra la prensa, se les dificulta mencionar un ataque frontal contra los medios como el que Trump parece lanzar cada vez que puede.
“Nunca ha habido una especie de yihad holística contra los medios como la que está ejecutando Trump”, dijo el historiador de la Rice University, Douglas Brinkley. “Trump está determinado a golpear y hacer sangrar a la prensa cada vez que se encuentre en un hoyo y eso es único”.
La Fuerza de la ausencia
El corazón del usualmente atestado mercado Italiano en la ciudad de Filadelfia se encontraba desierto. La franquicia de supermercados, “Pete’s Fresh Market,” –fundada por migrantes griegos– cerró más de la mitad de sus tiendas en Chicago. El museo Davis de la universidad de Wellesley en Massachusetts extrajo todas las obras creadas o donadas por migrantes de sus salas hasta el 21 de febrero. Los icónicos taxis de Nueva York se esfumaron de las calles. Diputados y senadores en Washington, D.C. fueron notificados sobre el cese de comidas en el Capitolio, debido a la abrumadora falta de trabajadores en la cocina.
El pasado jueves 16 de febrero, el movimiento “Un Día sin Migrantes” exclamó su poderoso mensaje. Iniciado en redes sociales –especialmente Facebook y Twitter– el boicot progresó mediante veloces cadenas de mensajes en WhatsApp y GroupMe. El llamado no se limitó a migrantes mexicanos y latinos, sino a todos aquellos en Estados Unidos provenientes de otros países. El afiche sin firma divulgado de manera masiva convocaba a “indocumentados, residentes y ciudadanos” por igual a volverse invisibles: faltar al trabajo, cerrar negocios, frenar el consumo de productos en comercios y no ir a clases. Los servicios de alimentos y construcción se vieron mayormente afectados, seguidos de la jardinería y la producción agrícola. Después de tan sólo unas horas, el hashtag #ADayWithoutImmigrants ocupó el primer lugar en las tendencias globales de Twitter, indicando el impacto de una serie de sencillas acciones reproducidas a gran escala.
El boicot se originó tras los 680 arrestos realizados la semana pasada por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas. Sin embargo, el movimiento logró trascender la distinción entre “legal” e “ilegal”, impulsando un sentido de empatía más amplio en la comunidad norteamericana. En Washington, D.C., esta actitud se manifestó mediante un sinnúmero de personalidades del mundo restaurantero retando la retórica discriminatoria de Trump con sus valientes acciones. El afamado chef español, José Andrés, cerró cinco restaurantes de lujo, sacrificando más de 110,000 dólares en ganancias. Nicolas Jammet y Jonathan Neman, fundadores de la franquicia de ensaladas “Sweetgreen,” mantuvieron sus 20 localidades cerradas en solidaridad a sus trabajadores. Andy Shallal, dueño de la cadena de restaurantes “Busboys and Poets” y orgulloso migrante iraquí, no abrió las puertas de sus seis establecimientos durante todo el día.
Con una representación de 48% de la fuerza laboral, los migrantes resultan esenciales para el funcionamiento de la industria alimentaria en Washington, D.C., y el resto del país. Es por eso que los negocios que optaron por cerrar sus puertas, aunque conscientes del golpe financiero que recibirían en la pérdida de ganancias, no estaban dispuestos a pagar el elevado precio ideológico de la apatía. Decenas de establecimientos en D.C. cerraron sus puertas, reconociendo la importancia de la fuerza migrante no solo en el desarrollo económico, sino en el modo de vida de Estados Unidos.
La organización “Many Languages One Voice” organizó una manifestación final para cerrar la jornada en una nota de unión y esperanza. La marcha comenzó en el barrio Mount Pleasant, el cual cuenta con una gran población hispana, avanzando hasta la Casa Blanca. Los manifestantes sostenían cárteles, cantaban en inglés y en español, jurando permanecer unidos. Información Excelsior.com.mx