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Los que cruzan

Por Yuriria Sierra

“Esas declaraciones son absolutamente inaceptables. Nuestros migrantes son personas que merecen respeto, ya que son gente trabajadora y que tienen una gran aportación a la vida de los estadunidenses…”, dijeron desde Presidencia. “Es inaceptable. Comparar a los migrantes con animales tiene una implicación peligrosa para que no se reconozcan sus derechos humanos ni la dignidad fundamental de las personas…”, respondieron desde la Cancillería. México se quejará en el Departamento de Estado de EU. Así de inmediata y precisa la reacción de nuestro país. Donald Trump de nuevo nos tomó como el centro de su tiro al blanco: “Tenemos a gente que llega al país que ustedes no creerían lo malos que son. Estas no son personas, son animales…”, sentenció con su cuestionadísima autoridad. Hacía un par de días que su entendimiento de diplomacia se evidenció, cuando felicitó a Israel por su reacción a las protestas en Gaza, en donde murieron al menos 50 palestinos. El calificativo que lanzó a los migrantes es una prueba más de que a Trump sólo le importa Trump, pero siendo jefe de Estado sus dichos muestran una clara discriminación y xenofobia con la que operan sus razonamientos, pero esa no es cosa nueva.

La problemática migratoria va más allá de la idea reduccionista, y torpe, de un muro, como el que el estadunidense insiste en construir. Este asunto hoy está plagado de otros más que hacen más complicado su control y solución. Ningún país quisiera ver a su gente irse en busca de mejores oportunidades, pero ningún país tiene razones para tratar mal a quienes llegan a él.

¿Sabrá Trump que los migrantes son presas de traficantes, que comercializan con su libertad? ¿Sabrá que en ocasiones los migrantes son extorsionados por autoridades de su lado de la frontera? ¿Sabrá que dentro de su territorio operan casas de seguridad, que más bien son de hacinamiento, a donde los migrantes son llevados hasta que alguien pague por ellos? ¿Sabrá Trump de este otro tráfico, no el de drogas, sino el de personas? ¿Sabrá Trump lo que significa pasar días enteros bajo un sol fulminante y una noche de frío paralizante? ¿Sabrá Trump lo que implica decirle adiós a la familia para ir tras un futuro sin saber qué hay del presente? ¿Sabrá que, de todo esto, su gobierno es responsable?

Un fragmento de La línea se convierte en río (Debate, 2018), de Francisco Cantú, exagente de la Patrulla Fronteriza: “El muerto y los dos muchachos provenían del mismo pueblo de Veracruz y habían emprendido juntos el viaje hacia el norte. El que tenía diecinueve años fue el que más habló. Me contó cómo un par de horas antes de morir, el hombre había tomado dos píldoras de Sedalmerck, unas pastillas estimulantes que contienen cafeína y que los migrantes a menudo toman para tener más energía, bajándoselas con aguardiente de caña que había traído consigo desde Veracruz. Un par de horas más tarde, contó el muchacho, el hombre comenzó a tambalearse como si estuviera borracho y luego colapsó (…) Les aconsejé que si alguna vez decidían cruzar de nuevo la frontera no lo hicieran durante el verano. Hace demasiado calor, les expliqué, y cruzar cuando hace demasiado calor significa un riesgo para la vida…”. Su libro, un cúmulo de crónicas sobre sus años de servicio y sus tantas experiencias y encuentros con aquellos, los que cruzan con sus sueños a cuestas y sin un centavo en el bolsillo. Por si hacen falta ejemplos para dimensionar las tantas situaciones, muchas de ellas profundamente dolorosas y peligrosas, por las que atraviesan los migrantes para asegurarse un futuro. Información Excelsior.com.mx

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