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Muchos nos hemos familiarizado desde el inicio del milenio con el Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes, o PISA, que es un estudio mundial trianual realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) desde 2000.
PISA no solo es una competencia para ver cuál país tiene el mejor sistema educativo. También busca proporcionar datos comparables que permitan a los países mejorar sus políticas y resultados educativos.
La evaluación no se centra únicamente en los conocimientos memorísticos sino que mide cómo los estudiantes de 15 años aplican su conocimiento y habilidades en matemáticas, ciencias y lectura para resolver problemas en su vida diaria.
En pocas palabras, PISA refleja el estado de nuestros sistemas educativos y nos debe impulsar a buscar constantemente formas de mejorar, a reflexionar sobre nuestras prácticas pedagógicas y políticas educativas y, sobre todo, motivarnos hacerlo mejor, si es que estamos dispuestos a aceptar nuestras limitaciones y fracasos.
En 2018 se aplicó la prueba PISA entre 600 mil estudiantes en 79 países y, a causa de la pandemia de COVID-19, no hubo evaluación en 2021.
Desde 2000, las calificaciones que han obtenido los quinceañeros mexicanos han dejado mucho que desear, no por su culpa sino por las grandes fallas del sistema educativo nacional. Los puntajes obtenidos por todos los países participantes desde ese año para matemáticas, lectura y ciencia pueden verse en en.wikipedia.org/wiki/Programme_for_International_Student_Assessment.
En 2018, nuestro país quedó en el lugar 62 en matemáticas, en el 58 en ciencia y en el 54 en lectura. Posiciones mediocres si tomamos en cuenta que nuestro país es la 14ª economía del mundo.
Las causas que explican la pésima situación de nuestro sistema educativo son diversas y han sido ampliamente analizadas en este y muchos otros espacios. Entre ellas está la capacitación de los docentes, que en la mayoría de los casos dista de ser óptima.
Un ejemplo de esta falta de capacitación nos la dio hace unos días un artículo publicado en el número 17 de la revisita Educación en Movimiento, que edita la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación, “un organismo público, descentralizado, no sectorizado, con autonomía técnica, operativa, presupuestaria, de decisión y de gestión” creado el 1 de octubre de 2019.
Según el artículo titulado “¿Cuántos docentes de educación obligatoria tienen al menos licenciatura?”, carecen de la licenciatura el 14.1% de los maestros de preescolar, el 12.6% de los de primaria, el 12.9% de los de secundaria y el 4.1% de los de educación media superior. Esto significa que son aproximadamente 32 030 maestros de preescolar, 71 811 de primaria, 52 292 de secundaria y 11 902 de educación media superior. En total, 168 035 hombres y mujeres que, sin importar que tengan o no la vocación, no cuentan con la preparación para educar adecuadamente a los niños y jóvenes que el sistema educativo les entrega.
Esto no implica que los docentes que sí poseen la licenciatura desempeñen adecuadamente su labor. Los resultados en el examen PISA señalan que no.
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