Por Ángel Verdugo
Cada país en su desarrollo tiene —al menos cuando el poderoso en turno así lo decide—, un problema al cual el gobernante ordena dedicar prácticamente toda su energía, habilidades y capacidades porque, de enfrentarlo con decisión y resolverlo exitosamente afirma, dependería el futuro, no sólo del gobierno que encabeza y la gobernación que ha puesto en práctica sino del país entero.
Así pues, lo que en cierto gobierno su gran prioridad o problema central fue poblar amplios territorios vacíos de mexicanos y en otro, convertir a México en el faro y guía del Tercer Mundo, en otro podría ser la realización de una rifa. Cada una de esas prioridades casi fundacionales, definidas en su momento por el poderoso, marcarían a querer y aceptar o no, la estatura política de quien habría definido dicha prioridad. Dicho de otra manera, a todo problema pequeño y absurdo convertido en prioridad fundacional correspondería, en consecuencia, un político también pequeño e intelectualmente limitado.
Los ejemplos de gobernantes megalomaniacos que tienen, cada uno en su momento, una absurda prioridad que es calificada como la número uno, abundan más de lo que solemos pensar. En nuestra región, para no irnos muy atrás en el tiempo, ha habido desde fines de los años cincuenta o principios de los sesenta del siglo pasado, gobernantes que se han distinguido más por sus locuras y sueños de grandeza que por la correcta definición de las prioridades de su país, de sus gobernados y la economía.
Empecemos por Fidel Castro y su locura que destruyeron un país y aquél, sin remordimiento alguno, envió a la muerte inútil en decenas de países a miles de jóvenes que pensaron que todo consistía en tomar el fusil e irse a la sierra. Eso bastaba, solían teorizar los defensores de esa baratija criminal del Foco Guerrillero, para que las masas campesinas los siguieren con miras a derrotar y derrocar al tirano el cual, ¡vueltas que da la vida!, en el caso cubano resultó menos tiránico, menos asesino y menos ladrón que el nuevo salvador.
De ahí saltaríamos a dos personajes desequilibrados cuyos delirios de grandeza se han traducido en la casi total destrucción de Venezuela y, en un proceso casi similar, de Nicaragua. Otro caso, Bolivia, donde un personaje menor y narcotraficante con sentencia ejecutoriada —liberado gracias a una amnistía salvadora—, a punto estuvo de eternizarse en el poder.
Imposible no mencionar —dada su mediocridad gigantesca y corrupción casi infinita—, a Néstor Kirchner y su hoy viuda; esta pareja a punto estuvo de acabar con Argentina. Sin embargo, en una muestra de masoquismo político que no habla bien de ese pueblo, la viuda regresa por sus fueros para, sin duda, terminar la obra inconclusa: la destrucción total y definitiva de Argentina.
Al discutir este tema —el de las prioridades típicas del gobernante magalomaniaco— con algunos amigos, estos me hicieron un señalamiento interesante que comparto con usted. Me hicieron ver que, si bien las prioridades tergiversadas son de dimensiones muy diferentes (hay grandiosas, propias del tirano que sueña con dominar el mundo, y las que sorprenden por su pequeñez que se corresponde directamente con la estatura política minúscula del gobernante pequeño e incapaz de pensar en grande), ambas causan daños de magnitudes semejantes al país que gobiernan. Dicho de otra manera, el veneno en ambos casos es igualmente mortal, al margen de las dimensiones de las serpientes.
Al calor de la discusión, los ejemplos de ambas brotaron incontenibles; sin embargo, hubo uno que me apabulló por su contundencia; palabras más palabras menos, éste fue el argumento matador: hacen prácticamente el mismo daño el socialismo del siglo XXI, que la rifa de una aeronave.
¿Qué piensa usted? ¿Efectivamente podría la rifa de un activo —como una aeronave—, al convertirla el gobernante en la prioridad número uno de su gobierno y también, catalizador de un odio obsesivo en contra del gobierno adquiriente y de quien lo encabezó, causar un daño similar al causado por Hugo Chávez a Venezuela?
Por descabellada que pareciere la comparación anterior, ¿pensaría usted que los daños a causar por una rifa alcanzarían magnitudes parecidas a las causadas en Cuba y Venezuela por Fidel Castro y Hugo Chávez? De no ser así, ¿consideraría entonces insignificantes las consecuencias de la rifa? ¿Está seguro?Información Excelsior.com.mx