Por Yuriria Sierra
Era domingo 2 de diciembre de 2012. El Castillo de Chapultepec fungió como escenario de arranque de un sexenio que se asomaba prometedor o, al menos, así se vendería durante los siguientes dos años. El Pacto por México fue el secreto mejor guardado de aquella transición. Tras una toma de posesión sumamente atropellada, manifestaciones y cercos policiacos alrededor de la Cámara de Diputados, al día siguiente, Enrique Peña Nieto dio un mensaje en el que reveló el trabajo de los meses que siguieron a la elección. La de 2012 fue una transición avanzada a tientos, en la que se buscó trazar un camino de gobernabilidad que, además, diera certeza a los proyectos de la Presidencia que estaba por comenzar.
Muy distinta es la transición que hoy está a poco más de 60 por ciento de trayecto. Las diferencias entre la elección de 2012 y la del pasado 1 de julio son varias, pero justo éstas tendrían que servir para ser garantía de que, la siguiente, será una administración no sólo más cuidadosa en sus formas, sino también más sensata y segura de sus qué y sus cómo. Lo tiene todo para ello: mayoría legislativa, respaldo de gobernadores, empresarios, organizaciones de la sociedad civil; todos aquellos que en campaña fueron denostados por Andrés Manuel López Obrador le han mostrado apoyo y disposición. Hasta Donald Trump le ha enviado guiños de la relación que espera con él.
¿Cuál es entonces la necesidad de avanzar a toda velocidad? ¿Qué motiva al próximo presidente a volver su transición, que tendría que ser un terreno fértil, en un camino empedrado, áspero?
Faltan tres semanas para la consulta sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de México. Aún no sabemos quiénes la harán, qué preguntarán, cuál será el procedimiento de participación. Margo Glantz declinó dirigir el Fondo de Cultura Económica, razones personales, dijo. Aunque en la conmemoración del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, reporteros captaron el momento en que AMLO ofrece el puesto a Paco Ignacio Taibo II, un día antes de la renuncia de Glantz. Mismo día, María Elena Álvarez- Buylla Roces, próxima directora del Conacyt, debió aclarar que no se suspenderán ni cancelarán becas, tras la filtración de un documento en el que se informaba que revisarían becas y procedimientos. Dos choques en un solo día, ambos en esta semana. En los poco más de tres meses de transición que llevamos, éste ha sido el andar de una futura Presidencia que gratuitamente ha pisado el acelerador. De ahí tanta corrección e imprecisión.
AMLO anda en gira de agradecimiento, por eso ya no hay conferencias diarias a las 14 horas desde la casa de la calle Chihuahua en la colonia Roma. También porque ya no tenían nada que informar.
López Obrador y su equipo tienen todo para arrancar con fuerza. No necesitan un Pacto por México para aprobar las iniciativas que preparen. Pero parecen estar más preocupados por demostrar la diferencia con el resto de la clase política. Y en ese intento, se les van mensajes tan poderosos y contrarios a su propio discurso (la revista ¡Hola! publica en portada la boda de César Yáñez —un cuate decente, muy trabajador y uno de los hombres más cercanos al próximo presidente—; la misma revista que dedicó varias veces sus páginas a cubrir los pasos de Angélica Rivera de Peña). Ellos mismos parecen atrapados en sus palabras dichas en campaña en las primeras semanas tras la elección. Aún tienen tiempo de poner freno y analizar qué vale la pena anunciar con tanta premura y qué necesita detalle antes de convertirse en materia de ocho columnas. Están en transición, el momento en que se toma aire y se planea la ruta. Qué despropósito gastar todo su bono democrático ahora cuando aún faltan casi dos meses para que inicie su gobierno. Un bono que le puede, todavía, alcanzar para administrar todos los imponderables que, inevitablemente, enfrentará su administración, como los han enfrentado todas antes de la suya.Información Excelsior.com.mx