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Con la marcha de la venganza, exaltación de la vanidad y el ego presidencial sublime, quedó demostrado el músculo de la 4T, mala para hacer y buena para deshacer; experta en movilizar a las masas mediante el vulgar acarreo, como en los mejores tiempos del remoro PRI hegemónico.
Sin duda, la marcha del ardor, odio, resentimiento y exaltación de las diferencias fue histórica, pero también, una marcha forzada del “titipuchal” de súbditos convocados por el presidente y financiada descaradamente por el aparato del Estado.
Nunca una movilización de un partido en el poder había logrado reunir a tal cantidad de personas, 1.2 millones según cifras de la pronta y expedita Claudia Sheinbaum.
Andrés Manuel López Obrador tuvo su domingo soñado; “corcholatas”, funcionarios, gobernadores, legisladores, burócratas y soldados en atuendo civil, le ofrendaron veneración y fuerza para humillar a los ciudadanos que ganaron la calle en defensa del INE. Fue la marcha de la revancha; la contramarcha de un gobierno autoritario.
Feliz, el presidente disfrutó las horas largas de recorrido hinchado de alabanzas; verdadera música para sus oídos. Fue el arranque de la campaña para perpetuarse en el poder a través de su movimiento.
Seguramente, su vista nublada por el espejismo del amor que se paga con amor, no le permitió distinguir el aburrimiento de quienes, al rayo del sol, no aguantaron quedarse a escuchar todo el mensaje presidencial para celebrar los cuatro años de gobierno, que por cierto fue de flojera.
La mañana siguiente, el torrente regresó a su cauce. Andrés Manuel López Obrador festejará toda la semana por tanto y tanto amor y sus fieles acarreados regresarán al país del bienestar y el humanismo, ese que solo conocen en el discurso oficial, incapaz de convocar a la reconciliación nacional. De eso, nada. De propaganda, todo. Información Radio Fórmula