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El 8M no es para celebrar; es para restregar, con zacate, la cara de la sociedad indolente ante feminicidios, violaciones, desapariciones, agresiones, acosos, discriminación y cualquier agravio que a usted se le ocurra.
Ser mujer, en un país machista, es sinónimo de peligro y desventaja.
El discurso patriarcal habla de cercanía con las mujeres; vallas de acero lo desmienten. Cifras oficiales presumen avances que los hechos no sustentan.
Los gobiernos, emanados del partido que sea, hacen el ridículo; quedan mucho a deber a las mexicanas.
Por ello, la marea morada inunda avenidas, calles y callejones; no puede contenerse mientras persistan inseguridad, violación a los derechos humanos y falta de respeto.
2022 fue el año con mayor índice de feminicidios en la historia; se registraron 948; en el sexenio “cuatrotero” van 3 mil 900; sólo en los primeros dos meses del año suman 70.
A estas cifras de horror y muerte añada la desaparición diaria de nueve mujeres, la violencia intrafamiliar creciente e incontrolable… y la impunidad en casi todos esos delitos.
Ojalá que las leyes para proteger a las mexicanas fueran tan sólidas como las vallas que suelen blindar Palacio Nacional para aislar al gobierno del clamor popular.
De nada sirve la empatía presidencial cuando se escatiman recursos para atender las demandas feministas, que en este régimen no son prioridad, si comparamos lo gastado en obras faraónicas para glorificar y satisfacer la inmensa vanidad presidencial. Información Radio Fórmula