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Masiosare, el bad hombre

Por Yuriria Sierra

Hoy se cumplen dos semanas, apenas dos semanas, de que Donald Trump llegó a la Casa Blanca. No sé usted, querido lector, pero yo siento como si ya fueran tres años. Siguiendo las ideas de las que hablamos aquí hace unos días, respecto de la “filosofía” de negociador que ha empleado el empresario-Presidente, se ha asegurado que ni un solo día se deje de hablar de él en el tono como lo hemos estado haciendo. En Estados Unidos y en todo el mundo. Está abriendo y provocando a todos sus frentes.

Un decreto tras otro, una orden ejecutiva tras otra. Un tuit tras otro tuit. Una conferencia tras otra conferencia. Una llamada telefónica tras otra llamada telefónica. Trump ha comenzado su mandato haciendo política de todas las formas posibles que no pertenezcan al terreno político. Está estirando todas las ligas para someter o para romperlas: para establecer su poder a partir de sus reglas. De ningunas otras. México ha sido uno de sus blancos preferidos. El muro y el TLCAN han sido las razones que desde su campaña lo han enfrentado con nosotros.

El miércoles una filtración con supuestos datos de la llamada telefónica que tuvo con Enrique Peña Nieto, luego de la cancelación de la visita de Estado del Presidente mexicano, fue la delicia de algunos, el pesar de otros y la razón por la que muchos nos preguntamos sobre la necesidad del rigor periodístico. Lo que Dolia Estévez dijo, primero en su escrito en un portal de internet, luego en el programa en línea de Carmen Aristegui, fue apenas la primera chispa para un fuego que ardió durante el resto de ese día. Que si Trump habría amenazado con enviar tropas a nuestro país para combatir al narcotráfico, que si el tono de la conversación había sido humillante para Peña Nieto. Alimento de fácil digestión para quien no exigió una sola prueba periodística, que le bastó el dicho de lo que alguien narró sin pruebas contundentes. Luego vinieron las versiones de AP, en las que se matizaba la información, porque ya no se habló del tono de agresión. Y después CNN, donde se dijo casi lo mismo, pero ya no se notó el tono imperativo, sino el de una supuesta ayuda que EU habría ofrecido al gobierno mexicano. Entre cada una de estas versiones, la Secretaría de Relaciones Exteriores envió comunicados, en los que afirmó que ninguna de éstas era verdad, porque nadie, excepto los involucrados, conocían el tono y los temas que se habían tratado en tal llamada telefónica (lo cual, en estricto sentido, es verdad). Se dijo mucho, se supuso más y se dio por hecho mucho más. Y mientras todos esperábamos alguna prueba, más allá de una filtración o un comunicado, la Casa Blanca se quedó callada durante muchas horas, viendo el fuego arder en perjuicio, claro, de su oponente: el gobierno mexicano.

Amanecimos con otra versión, ésta publicada por The New York Times, aquí se nos explicó que sí, que sí se había dicho aquello del envío de tropas, pero en tono “ligero”, casi una broma. Y un funcionario de la Casa Blanca confirmó que EU estaba dispuesto a enviar militares para luchar contra los “bad hombres”, como llaman a los narcotraficantes. Vaya lío.

Al mismo tiempo, supimos que Donald Trump abrió otro frente, casi idéntico, pero con Australia. El sábado pasado, el Presidente de EU sostuvo otra llamada telefónica, pero con el primer ministro de Australia, Malcolm Turnbull. Con él, el tema fueron los más de mil 250 refugiados que Barack Obama se comprometió a recibir, un asunto que Trump resolverá, ya sabemos cómo. The Washington Post reveló que la llamada con el premier australiano no acabó de manera cordial, que de la hora que se tenía planeada sólo se emplearon 25 minutos porque Trump habría colgado el teléfono. Luego Trump escribía en la que es su vocería (Twitter) que amaba a Australia como país, que únicamente había preguntado por el acuerdo (firmado por Obama).

Ayer mismo, durante el Desayuno Nacional de Oración, Trump dijo que ese tono que le conocemos en Twitter y con algunos mandatarios por teléfono, será el mismo que seguirá utilizando… ¿No será acaso que las versiones de la llamada con EPN fueron filtradas por su estratega, Steve Bannon? Todo su estilo. ¿O por qué razón la Casa Blanca sólo se limitó a observar cómo ardían los fuegos de este lado de la frontera o en el país más grande del quinto continente? La diplomacia (que es en realidad todo menos eso) que Trump ha utilizado en estas escasas dos semanas acomodan perfecto en esa idea de golpear primero porque es pegar dos veces, tomar por sorpresa, desarmar en el primer round. Provocaciones con las que está tratando de mandarle al mundo un mensaje: “a mi manera o no hay manera”. Pero así como EPN decidió no ir esta semana a Washington, Trump se irá topando con pared (o muro) de todos los tamaños y todos los grosores. Porque evidentemente los mandatarios del mundo entero ya prendieron todas sus alarmas por si “masiosare el bad hombre, extraño enemigo” tenderles la misma trampa que quisieron tenderle a Peña y a Turnbull. El error de Trump es que está mostrando todas sus cartas y tácticas demasiado pronto y, como todo en él, demasiado burdo.

Fuente: Excelsior.com.mx

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